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viernes, 21 de julio de 2017

Ante la verdad de los hechos suscitados en la comunidad campesina Pandoja

Ante la verdad de los hechos suscitados en la comunidad campesina Pandoja






Como pasó el tiempo de allá hasta aquí, ¡cómo pasaron los días! Y ya son tres meses y medio, aunque pareciera que fuese ayer, sin embargo, ahora se ve el lamento de familias enteras, el llanto de hijos cuyos padres se encuentran en cautiverio, presos de la injusticia, y es lamentable, es tristeza para mi ser ver esto, ver que mis amigos estén penados, suspiro y me duele hasta el alma.
Recuerdo de aquella mañana lo que pasó y pasaba a mi ver efímero; aun era las dos de la mañana, súbitamente me había despertado, tenía dolores horribles de espalda y el lado izquierdo de mi cabeza, recién esos días daba por terminado un tratamiento más que venía siguiendo desde meses anteriores, quizás tres meses de medicinas, inyecciones y demás, pero esa mañana era inmenso el dolor en mí, por eso me hallaba despierto desde esas horas, ya sin poder cerrar los ojos otra vez hasta que amaneciera; mientras las horas transcurrían, quizás sería las 04:15 a 04:30 de la mañana, sucedió algo fortuito, se trataba del megáfono instalado en la plaza de la comunidad campesina Pandoja, por el cual escuchaba la voz de un hombre, de emergencia convocando la presencia del Corregidor y del presidente de la OTB en la plaza, porque en la comunidad un ladrón había sido sorprendido dentro la casa de uno de los vecinos; esa convocatoria me sorprendió, —¡Otra vez ladrón en menos de dos días! —me dije para mí mismo.
Ya tenía conocimiento que días anteriores también había entrado ladrón a casa de uno de los vecinos, ¡al de mi mejor amigo! Gracias a Dios aquello no pasó a mayores; los minutos pasaban, y en mí el dolor persistía, como que si los huesos en mi espalda estuviesen por quebrarse, a los 15 minutos de la primera llamada, se vuelve a escuchar, la misma voz otra vez convocando la presencia de los dos dirigentes en la plaza. Ya desde ese momento me picó la curiosidad, quería ir a ver qué es lo que pasaba, en ese momento desde mi cama agarraba el celular para ver el correr de los minutos, y quería llamar al 110, porque ya me latía que algo funesto iba suceder si es que la policía no intervenía, me armé de fuerzas para levantarme a pesar de ese dolor que sentía, y me animé ir al lugar; llego a la plaza minutos más tarde, quizás ya sería las cinco de la mañana en punto, en la cual me sorprendo, porque veo un tumulto de gente furiosa a quienes poco o nada las conocía, ellas consigo traían a un muchacho, atado de manos, no sabía de dónde; hasta ese momento todavía no sabía a cuál de las casas es que había entrado; entonces me acerco asombrado, y escucho que le preguntaban con enojo:
—¿Dónde vives? ¿con quiénes vives? Llévanos a conocer tu casa —y le castigaban con vara al joven.
—Vivo en Vinto,  —respondía el muchacho atado de manos en la espalda, quien parecía no sentir el dolor de los chicotazos— Jhon Herrera es quien me ha mandado a robar.
—¿Y dónde vive él? —le volvían a preguntar.
—Él vive arriba, en el barrio, ahorita me está esperando ahí —decía.
Y el gentío, le insistía que le llevara a casa de ese tal Jhon Herrera.
En ese momento me dio miedo a acercarme más, ¡me entró un pavor! Me paré con mi celular en mano en la esquina del pasaje que va a mi casa, y por mi delante pasaba el tumulto de hombres y mujeres, a quienes trataba de reconocerlos, mas no podía, se dirigían al lado norte, llevando al muchacho entre golpes y látigos, eran muchas personas entre hombres y mujeres que hacían eso, los demás solo como observantes, curiosos del cual mi persona también formaría parte, por detrás trato de seguirles, poco a poco acercándome, hasta encontrarme con uno de los jóvenes, para preguntarle de cómo era la cosa, de quién en su casa había sido sorprendido el muchacho “ladrón”.
Ahí me entero que fue sorprendido en casa justo de mi mejor amigo también, en el domicilio de Javier, hombre de bien, aunque a veces un poco obstinado y obsesivo, un poco obcecado por el orgullo él,  con quien nos conocíamos desde infante.
—¿Otra vez a casa de él? —me preguntaba aún más sorprendido.
—Sí, a la misma casa —me respondían los jóvenes con quienes me había encontrado.
En días anteriores a esa madrugada fue sorprendido robando creo que cerca al mediodía, aquello que fue frustrado a tiempo y puesto la denuncia ante las autoridades pertinentes, según testimonio del afectado mismo. Y aquella madrugada que se haya suscitado en el mismo lugar, fue algo para meditar quizás, para reflexionar y buscar la unidad comunitaria.
Los minutos seguían pasando, al joven le hacen llegar al sector de la cancha de básquet, caminando, siempre atado de sus manos en la espalda, lo hacen llegar ahí porque él mismo, había cambiado de versión del lugar donde vivía ese tal Jhon Herrera, en el cual señalaba que vivía en la zona sud ya también, por el sector del Morro, entonces todo ese tumulto aún más enojado, dispuestos a golpearlo más, mientras que otros tratando de apaciguar la situación; hasta ese momento personalmente no veía más que a un dirigente presente en el lugar de los hechos, se trataba del Corregidor, él y solo gente desconocida por mí, entonces me alejé del lugar, quizás ya sería las cinco de la mañana con diez minutos, tenía el celular en mano, dispuesto a llamar a la policía esta vez, claro que de inmediato marqué el 110 y me contesta la voz de una mujer, a quien le explico de lo que estaba sucediendo en la comunidad, entonces ella me dice que debía llamar a la FELCC de Quillacollo, como correspondía, me dan el número de teléfono, y llamo enseguida, en el cual lamentablemente no me contestan, intento una y otra vez, mas nada de respuestas desafortunadamente.
Ya para entonces el tumulto regresaba hacia la plaza con el joven entre medio, a quien entre gritos y golpes con vara le decían que les lleve a casa de ese tal Jhon Herrera, que cuántas casas más iban a ser robadas por él y su supuesto grupo de delinquidores, a lo cual el joven les respondía que cinco casas más iban a ser robadas, y las mismas ya estaban marcadas con espray en forma de muñecos. La gente enardecida le exige que les vaya a mostrar esas casas marcadas; de esa manera le llevan a la orilla del río Huaykhuli, haciéndole pasar por el puente peatonal recién construido, y llegar a la otra OTB, Barrio Ecológico, en el cual señoras de carácter fuerte, especialmente Victoria Illanes, Florinda Quispe, y otras más, vecinas de la comunidad, a quien sí en ese momento las pude reconocer, comienzan a golpear las puertas de las casas, incitando a que salgan los vecinos porque sus casas estaban marcadas para ser robadas también, perros comenzaban a ladrar los vecinos salían a ver de qué es lo que pasaba; es claro que no de todas las casas salieron.
En mi el dolor de espalda persistía, y decidí en retornar a mi casa, llego a la plaza, en la que veo a algunas personas poco conocidas, con quienes entablo conversación de lo que pasaba, a modo de sentarme para tratar de apaciguar mi dolor, ahí recién veo llegar a los otros dirigentes, como ser el presidente del sistema de agua potable junto con el vicepresidente de la misma entidad, al igual que don Jesús Foronda, además de una persona adulta, todos preocupados por lo que pasaba, en ese momento ya sería las 05:40 de la mañana quizás, tenía el celular en mano mas no miraba la hora; Los dirigentes no se animaban ir ante el tumulto rabioso, parecía que ya tenían el presentimientos de ser inculpados por lo que sucedía; ahí aparece mi querido amigo Javier, el afectado de casa, aquel con quien nos conocíamos desde niños; él estaba asustado, lo podía notar en su mirada, no le dirigí la palabra, porque yo también estaba con ese dolor de espalda que me hacía morder los labios, dos de los dirigentes se animan ir al lugar lúgubre, más la persona de la tercera edad, y don Francisco Jiménez, para entonces vicepresidente del sistema de agua potable, quien también es de la tercera edad, deciden quedarse en la plaza o bien retornar a sus casas, por lo visto ninguno de los dos trajinaba celular, entonces el segundo comenta que se debe llamar a la policía, para que intervenga, es cuando mi persona se pronuncia con preocupación, haciendo saber que ya había llamado a la FELCC y nadie contestaba, me pedía que vuelva a intentar, lo hice, y nada que contestaban desgraciadamente, ahí nos separamos él y yo, mi persona se anima volver al lugar de los hechos, ya para entonces la cosa se hallaba peor, el joven delinquidor, se hallaba botado en el suelo entre piedras atado de manos sigue, totalmente golpeado, cerca de la casa donde había sido sorprendido, con pena podía ver a un hombre mayor, alto y robusto, llamado Filiberto, más conocido como el Chatarrero, quien le arrastraba con la pita cual estaba amarrado el muchacho, al igual que otro señor, alto, moreno de nombre Sabino Huanca, quien también le arrastraba de la misma pita cuando el Chatarrero soltaba la misma para golpearlo ya también.
El gentío que parecía ser más para entonces, unos reclamaban por él, otros seguían incitando a que sea golpeado, especialmente la señora Victoria Illanes y su esposo, don Paulino Coca, a quienes si les pude reconocer, ella instaba a los dirigentes a golpearlo, y don Paulino que sí le golpeaba con palos y varas tanto en sus pies como en su espalda, palos y varas que su esposa, la señora Victoria Illanes le alcanzaba, queriendo saber inclusive de cómo es que ese muchacho tenía en su mochila ropa de mujer, y aquel hombre alto y robusto, más conocido como el Chatarrero, después de arrastrarlo un poco por el suelo al joven semidesnudo, le da golpes en su estómago y partes genitales con un palo grueso cual agarraba con sus dos manos; ver eso me horrorizaba, para entonces ahí ya se encontraban las hermanas concepcionistas, quienes trataban de hacer reflexionar al gentío para que no cometieran más ese error de seguir golpeando, es cuando una mujer aparece para golpearle con una piedra en su cabeza, sin piedad, sin premeditación alguna ella le arrojaba las piedras en varias oportunidades directo a la cabeza del joven; por indagación propia llego a dar con el nombre de esta señora, y es que ella se llama Luisa, además es esposa de Filiberto (el Chatarrero); y en algún otro momento otro señor de nombre Crispín, que también apareció, éste estaba con botas de acero, también lo pateó tanto en la cara como en la cabeza del joven. Ahí se encontraban el corregidor y el presidente del sistema de agua potable, no incitando a la violencia, sino buscar otras soluciones, incluso el corregidor instaba a llamar a la policía para que se lo llevara al ladrón, mas la gente no quería eso, incitaban a hacer “justicia comunitaria”, y las hermanas concepcionistas seguían tratando de hacerles reflexionar, incluso haciéndoles recuerdo que estaba cerca las fiestas pascuas y no se debía cometer un crimen por esas fechas, ellas querían llevárselo al individuo al monasterio hasta que la policía llegara, pero el gentío no quería eso, ellos incluso los amenazaban a las hermanas de cómplices del ladrón; entonces le incitaban también al corregidor, que le castigue al muchacho, y éste presionado por ese tumulto le da dos chicotazos con un palo.
Tuve el valor de pasar justo por delante del muchacho, para verlo, él en sus ojos pedía piedad, compasión, mientras que la gente le obligaba a hablar de quienes eran sus cómplices y en donde estaban, y el joven no decía nada, entonces don Filiberto, lo volvía a arrastrar con la pita amarrada, con la fuerza de su hombro, y el muchacho clamaba que no lo haga, que sí iba hablar. Así pasaron los minutos hasta ser casi las 6:20 de la mañana y la policía no llegaba, esta vez yo sí estuve decidido a abandonar el lugar de los hechos, el dolor que sentía era demasiado insoportable, debía ir al médico, cuando me hallaba de ir, en la curva del pasaje que va de la plaza a la orilla del río, me encuentro con las hermanas concepcionistas, con quienes entablo breve conversación del hecho, ellas se lamentaban, igual que mi persona; es cuando por fin escucho el sonido  la sirena del auto de la policía, por fin había llegado, pero no al lugar del hecho, la policía parecía ir al sector de la plaza, y a las hermanas les digo que ya la policía estaba en la comunidad, y ellas un poco dudosas me animan que llame a la policía otra vez, entonces llamo y por fin mi llamada fue contestada, y les explico la dirección exacta del lugar donde se suscitaba el macabro hecho, la conversación no fue más de 40 segundos, y la patrulla por fin se hizo presente en el mismísimo lugar del hecho a eso de las 6:33 minutos, para el cual mi persona se anima a volver al sitio, para entonces el joven ya había sido llevado al pie de un molle, ahí se hallaba botado como amarrado del cuello con la soga que antes estaba atada a sus manos, La policía hizo breve indagación del hecho, comenzó a sacar fotos, incluso entrevistó al joven que estaba golpeado, grabando video con su celular todo lo que respondía el joven, incluso filmó a todos quienes se hallaban en el lugar, incluida mi persona. Hasta ahí pude ver los hechos, luego retorné a mi casa a eso de las 6:45 de la mañana; el joven estaba vivo cuando me iba, y la policía jugaría el papel que le correspondía como tal.
Cuando me hallaba ya de ida a la ciudad 40 minutos más tarde, rumbo al hospital, mediante una vecina con quien nos saludamos, me entero que el muchacho había fallecido. Esa noticia me causó pánico. Claro que esta señora no se hallaba en el lugar de los hechos, de seguro ella se enteró por la voz de otro.
—¡Pero cómo! Si cuando la policía estaba ahí, él estaba vivo. —le dije.
Soy una de las persona que anda viajando por todo el país como artista, como escritor, entonces días después de lo acontecido, mi viaje fue a Yacuiba, Villa Montes, Camiri, para finalmente volver a Santa Cruz; cuando me hallaba en Yacuiba me entero mediante un familiar mío que mi amigo había sido llevado a la cárcel, incluso mi familiar que me anotició, me pedía que llame a sus padres para avisarles de lo que pasaba, yo me hallaba en Yacuiba, no podía hacer nada más que entristecerme.
Y es ahora que en pro de la verdad quiero dirigirme a las autoridades pertinentes al caso lamentable que se arrastra encadenada por la injusticia, quiero dirigirme como un comunario residente que vive más de veinte años en la comunidad campesina Pandoja, quizás desde mis nueve años hasta la edad que tengo ahora, y aunque haya vivido por esos años, les confieso que poco les conozco a los comunarios originaros que viven a lo largo y ancho de la comunidad, y más peor a aquellos como mi persona que llegan por esos lugares también para habitar, mal concepto sería de las autoridades que dicen: —es ridículo decir que no nos conocemos entre vecinos, que incluso en un cuarto encerrado en total oscuridad, con solo escucharse las voces de unos y otros nos reconoceríamos—, yo les digo que solo porque nos reunimos en reuniones convocadas es que nos vemos las caras, nos conocemos de vista. Y en lo personal, si conozco a alguien en mi propia comunidad, es porque se ha destacado aportando a la comunidad ya sea como dirigente o contribución en otra índole por el bien de la misma.
Las pocas veces que estoy en la comunidad, he tratado de corroborar e indagar para que salga la verdad a la luz con lo que sé, con lo que he visto, con lo que he sentido, incluso he acompañado a audiencias de las personas que están detenidas, entre esas personas, mi amigo con quien nos conocimos desde mis nueve años, y es paradójico que él esté detenido en la cárcel después que justo a su casa el ladrón se haya entrado en dos oportunidades seguidas; yo, más que amigo de Javier, como comunario residente, declaro que él es inocente, declaro no porque sea mi amigo, sino porque si lo vi, y es que él en ningún momento agarró ni un palo ni una piedra ni ningún otro objeto contundente para agredir al ladrón, él estaba asustado en ese momento, eso sí vi en él, ahora si los señores justicieros le acusan a él del porqué en ese momento no llamó a la policía, que más bien prefirió llamar a los dirigentes, y por eso ahora esté detenido, yo les digo que aunque ya se hayan suscitado los hechos, él sí llamó a la policía y ésta no le contestaba también; me lo dijo a mí que soy su amigo, y aunque no hubiera llamado, pues para eso está la comunidad, para eso somos vecinos aunque no nos conozcamos bien, que aunque solo nos veamos las caras en reuniones convocadas; para eso estuve yo, e imagino que muchos otros, que si intentaron comunicarse con la policía y ésta no contestó a tiempo; imaginen el tiempo abismal de mis llamadas según extractos que he recogido personalmente de mi línea de la cual he llamado a la policía, ¡son más de una hora con veinte minutos de diferencia! Y es en este momento que quiero desmentir lo que la Policía dice que nadie había llamado a ellos, yo les digo que sí he llamado y tengo las pruebas en mano, así que aquí la policía que no me venga con esa mentira de que nadie les había llamado a ellos, y que por eso ahora estén detenidos cuatro personas.
Imaginen que si el afectado, el dueño de casa en ese momento si pudo haberle llamado a la policía y ésta no la haya contestado, ¿creen que las cosas hubieren sido diferentes? Creo que no; creo que si la policía hubiera contestado de inmediato a mi primera llamada, quizás la historia hubiera sido diferente, quizás no se estaría lamentando como ahora está sucediendo; las autoridades pertinentes deben reflexionar en este aspecto y no ponerlos en cautiverio a inocentes, y de paso tildándonos a los demás de infrahumanos, hay que tildar de eso a aquellos que sí corresponden, a aquellos que a título de justicia meten presos a inocentes, y los verdaderos culpables se estén riendo, libres en las calles.
Suspiro y lamento por las constantes injusticias que se cometen en nuestro  país, a veces hasta y pienso: —entonces dejaré no más ya que el ladrón entre a mi casa, se robe mis cosas y de paso me mate a mí más, luego se vaya, libre, sin afectados ni afectantes— y si lo detienen al ladrón, lo liberen a los dos o tres meses para que sigua delinquiendo con más fuerza todavía como ha sucedido estos últimos días en la ciudad de Santa Cruz por ejemplo.
Otra vez digo que ninguno de los cuatro detenidos es culpable de los hechos lamentables, ni siquiera el que fue corregidor, de quien su nombre no sabía hasta entonces, solo de vista le conocía, ¡a él le obligaron golpearle al delincuente! Y él lo hizo con un palo pequeño, ¡como dando escarmiento a un niño que hizo algo malo sabiendo ya que era malo! ¿Acaso amonestar a un niño es malo? Y peor ¿Acaso amonestar a un ladrón es pecado por el cual ahora don Max Illanes esté preso?, repito, recalco, ni Javier Quispe, ni Max Illanes, ni Francisco Jiménez, ni mucho menos don Roberto Hinojosa son culpables de los hechos, tampoco los otros jóvenes que han sido tildados partícipes en el hecho; y no pueden ser tildados como “peligrosos para la sociedad” solo porque unos artículos de determinados leyes lo digan así, porque no lo son, porque no han matado, no han robado, ni han violado; para mí el culpable es la policía que no contestó mis llamadas, ni la de Javier que igual llamó cuando vio que la situación se agravaba y no llegó a tiempo para apaciguar los ánimos de la gente enardecida a quienes a muchísimos de ellos no las conozco. Y es lamentable ahora que esta misma gente no vaya a declarar, es lamentable que esta gente no colabore con las investigaciones; el que nada tiene, nada teme, así como mi persona que fue a declarar voluntariamente, aunque cuyas declaraciones que di, no me convencieron, porque el investigador no me dejó hablar como yo tenía que decir las cosas, sino como él quería escuchar, por eso ahora quiero dejar mi declaración por escrita, esperando que la situación mejore, antes que me vuelva a ir de viaje esta vez por motivos de salud, quiero dejar esto como testimonio vivo de todo lo que pude ver, de las cosas que pude sentir y de las injusticias que todavía puedo palpar que fueron interpuestas en contra de esas cuatro personas.
Espero que muy pronto se sienta el olor a justicia, así para que todos estemos en paz, en armonía, así para volver a ver la felicidad de los hijos cuyos padres están presos ahora. Y es en este momento que recuerdo la frase bien asestada de una colega escritora, quien dijo: —TODOS SOMOS HOMBRES, PERO NO TODOS SOMOS HUMANOS DE VERDAD—, quienes manejan la justicia son hombres, pero estos mismos pareciera que no fuesen humanos de verdad, al igual que los ladrones y asesinos, todos son hombres, pero estos mismos ladrones y asesinos no son humanos de verdad, y Derechos Humanos los defiende a ellos. Entonces desde esta perspectiva debía cambiar la consigna misma de Derechos Humanos y, más bien llamarse Derechos de Hombres, porque defiende los derechos de aquellos que incluso se comportan solo como hombres y no como seres humanos de verdad.
Es todo eso en cuanto yo decidí declarar voluntariamente, como un comunario residente con más de 20 años de vivir en el lugar, en honor a la verdad y la justicia, justicia del cual espero que no esté más enceguecida, justicia del cual espero no cometa más injusticias en contra de inocentes, y para constancia, firmo al pie de este testimonio para fines valederos.

Atte.:

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Efraín Muyurico Alaka
C.I. 7902954 CBBA


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