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lunes, 12 de septiembre de 2016

POR LA BELLEZA DE TU MIRADA

POR LA BELLEZA DE TU MIRADA


La mañana era fresca, aun se podía apreciar el bello rocío posado en el pétalo de las rosas más hermosas, también en las hojas diminutas de los pastos de color opacado en el praderal, allá en un pueblito muy lejano al Sudoeste de la capital valluna del departamento de Tarija llamado Bermejo. Aunque en la mañana corría el frío con sutileza, aquello que intentaba penetrar incluso a los huesos de quienes la habitaban.
Hombres y mujeres de tez morena, de mirada dulce e inocente, de palabras tiernas que más parecían canciones nacidas de la misma alma; todos estaban acostumbrados al clima cambiante de esos lugares, en su mayoría frías brisas.
Pero aquella mañana, sí, aquella mañana sería diferente, cuando ya a sus habitantes se les escuchaba con ímpetu saludarse unos a otros:
— ¡Buenos días señora Margot!, ¿qué hace tan temprano sentada ahí? ¡Hace frío! ¡Cuídese! No es bueno para su salud.
—Buenos días joven Emilio, gracias por recomendarme, ¿y usted a dónde va tan temprano?
—¡Yo! Ja, ja, já; voy un rato a la tienda a comprar pan, ¡para mi desayuno, como siempre pues!
Mientras que las calles de aquel pueblito se empezaban a llenar de personas que transitaban premurosos de un lado a otro, siempre bajo el principio de respeto y el saludo primordialmente que no faltaba entre sí antes que saliera el sol.
—Buenos días don.
—Buenos días doña.
— ¿Ya para el trabajo?
—Sí señora, para el trabajo. ¿Y usted?
—Ah, qué bueno, es una nueva semana, hay que empezar con el pie derecho. Yo también para mi negocio.
—Así es señora. Bueno hasta luego.
—Hasta Luego.
Con el transitar de las personas, también aquel pequeño pueblito de Bermejo se llenaba de bulla. Al que además se aumentaba el griterío de los niños con alborozos que corrían de un lado a otro.
— ¡Ya es hora! ¡ya sale el sol! ¡vengan pronto! — Se esmeraban para juntarse en un morro de aquella población valluno, muchos de los niños para apreciar la salida del sol, que ya en altas colinas del naciente se podía ver la belleza de sus rayos que iluminaban al firmamento, con el color oro de su naturaleza.
— ¡Ahí está! ¡Ahí está! —gritaban los niños eufóricos, cuando ya el sol hacía ver un pedacito de su cuerpo e inundaba de calor a toda la aldea, especialmente a aquellos niños que habían esperado con tanta ansia. Y la sombra desparecía como si un manto negro transparente estuviese siendo arrastrado por la fuerza viva de la naturaleza.
Mientras eso ocurría en aquel morro de aquel pueblo, el joven Emilio, quien en primer momento había tenido el placer de saludarle a la señora Margot y darle recomendaciones, también se sorprendió por el griterío de los niños, mas hizo que pasara ese momento sin importancia, entonces la señora le dijo:
— ¡Hágame un favor entonces joven Emilio!
— ¿Cuál señora? ¡Dígame usted! Estoy para servirle.
—Tráigamelo para mí más un peso de pan —y le alcanzó una moneda de un peso.
—No se preocupe señora, se lo traeré.
Y el joven Emilio continuó su recorrido hacia la tienda.
Los niños en el morro, eufóricos apreciaban el calor y el brillo del sol que los inundaba de alegría y conocimiento de que la vida podía ser vivida de mejor forma ante la realidad que vivían. Y de pronto surgió algo maravilloso, aquello que los dejó en un estado de desconcierto y alucinación; sentido solo por el joven Emilio.
Detrás de la colina, junto con el salir del sol, aparecía caminando una bella dama, ¡hermosísima mujer! Sonriente venía ella como por delante del sol, como guiada por los rayos de aquel astro.
— ¡Y esa chica! ¿Quién es? —Se preguntaban los chicos entre sí. Esto que solo escuchaba Emilio.
— ¡No la hemos visto nunca antes! ¿Quién será?
—A ver, ¡vamos!
—Sí vamos —Y emprendieron la carrera tratando de alcanzar lo que habían visto.
El joven Emilio, era un muchacho humilde, de una familia que no más de un año atrás había migrado para habitar por esos lugares y de esa forma conseguir vivir una vida mejor. Sus padres trabajaban en un pequeño negocio informal (comerciantes callejeros), además de dedicarse también a la agricultura, y el muchacho, estudiante todavía de una carrera técnica relacionado al arte. La música y la pintura era su pasión más desenfrenada por lo que vivía, también hacía algo de poesía, cuando solo le ocurría algo diferente que le deparaba la vida.
En aquél momento llegó a la tienda y gritó:
— ¡Véndame!
Y en cinco segundos salió una señora, dueña de la tienda.
— ¿Sí? —Dijo— ¡ah, es usted!
—Sí soy yo, vengo por pan, como siempre.
—Sí, y como siempre eres la doceava persona que llega a mi tienda a comprar. ¿Tres pesos de pan verdad? —Le preguntó la señora.
—Hummm… —pensó primero el muchacho—, sí, y esta vez otro peso más, pero, aparte ¿Sí?
— ¿Y eso? —Se sorprendió la dueña de la tienda.
—Es para la señora Margot, me pidió que se la llevara.
—Ah, buen muchacho, felicidades, eres un ejemplo a seguir. —Y le entregó los panes en su saquito de tela que el joven siempre llevaba y, en otra que la señora Margot le había encargado.
—Muchas gracias por el elogio —contestó el joven—. Hasta luego, o en todo caso, hasta mañana. —Dijo. Y se fue.
Cuando caminaba por sus calles, siguió escuchando el barullo de los niños, que esto, esta vez sí le llamó la atención. Miró con dirección a la barahúnda, y se sorprendió, se quedó con los ojos chispados y la cabeza en la luna…
Los niños por fin le dieron alcance a la doncella hermosísima.
— ¡Hola! —Le dijeron a unísono.
— ¡Hola queridos niños! —Respondió la mujer— ¿por qué tan eufóricos? ¿Qué les pasa? —Preguntó ella.
—Porque te hemos visto y parece que no eres de por aquí —Contestaron los niños aún con más euforia—. Dinos ¿Quién eres? ¿De dónde vienes? ¿A qué has venido?
—Tranquilo niños, ¡no se exalten! —Y les acarició de sus cabellos a cada infante.
El joven miró con detalle. La apariencia de la mujer era tan bella, inigualable, tenía el cabello color oro, el rostro angelical, tan claro como el sol mismo cuando brilla, y su sonrisa, insuperable, mostraba sus dientes y se veían tan cuidados y bien formados. Llevaba un vestido color rosa semitransparente, que hacía ver su silueta de mujer bella, además de las prendas que cubrían sus secretos libidinosos de mujer. En los pies llevaba unas zapatillas que en verdad la engalanaban, además llevaba una maravillosa flor blanca en el cabello, haciéndola parecer como si fuera una diosa. ¿Acaso sería la diosa del amor? ¿O sería un ángel del consuelo para un corazón contrito como el de Emilio?
Aquel joven que llevaba el pan en sus manos, al ver a la mujer, con espasmos dejó caer las bolsas. Y los que transitaban le miraron al joven, algo confusos.
— ¡Eh! ¡Joven! ¡Soltaste tus bolsas de pan! —Le gritaban.
Él parecía no escucharlos, más bien empezó a decir:
— ¡No! ¡No lo puedo creer!
—¿Qué no puedes creer? ¿Qué tienes jovencito? ¿Qué te pasa?
—No puedo creer lo que estoy viendo ¡Es un ángel! ¡un ángel de Dios!
Mientras que las demás personas no parecían ver nada más que a los niños en pleno barahúnda, quienes entre juego y juego venían agarrados de la mano de la mujer joven. El joven también brincó queriendo darle alcance a la bella dama, olvidando sus bolsas de panes derramadas. Aparentemente había escuchado cada palabra del griterío de los niños que parecían decir no conocer a la dama. Sin embargo, no era otra, sino su maestra de escuela que retornaba para impartirles las clases en la nueva semana que empezaba.
— ¿Cómo pasaste el fin de semana profesorita? —Entusiasmados preguntaban lo niños.
—Muy bien queridos niños, muy bien, ¿y ustedes? ¿Hicieron la tarea? —Les preguntó ella.
—Sí profe, hicimos la tarea.
El joven Emilio parecía regresar a la realidad, después de una alucinación, por la cual fue sobrecogido cuando ya se encontraba al lado de los niños también. Entonces se dio cuenta que era la profesora que siempre llegaba el lunes por la mañana para la escuelita en el pueblo.
— ¿Profe Andreyna? —Preguntó sorprendido.
—Sí joven Emilio. Soy la profe Andreyna, como siempre. ¿Y tú? ¿Qué haciendo tan temprano por aquí? ¡No me digas que también viniste a darme alcance! —Preguntó entre broma y broma la profesora que, además se reía.
— ¡Claro que no! —Respondió el joven— pasé por la tienda un rato para comprar pan solamente y ya voy retornando a mi casa.
— ¿Y no encontraste pan en la tienda? Porque veo que regresas con las manos vacías.
— ¡Claro que encontré! —se miró las manos, entonces se dio cuenta que en verdad no llevaba las bolsas de pan— ¿Y los panes? —Se preguntó un poco asustado.
— ¿Qué te pasa? —preguntó la profe Andreyna.
—Nada —respondió el joven Emilio— a ver si nos vemos más tarde, le iré a visitar a la escuela, debo volver a la tienda ¡Hasta pronto! —Y se fue corriendo.
—Hasta luego, cuídese. —Le dijo entonces la profesora.
El joven regresó a la tienda y gritó:
— ¡Señora!
— ¿Sí? —A los pocos segundos salió la dueña— ah, ¡es usted otra vez! ¿Ahora qué se olvidó?
—Mis bolsas de pan —respondió el joven.
— ¿Qué…? ¡Pero si llevaste contigo!
— ¿Cómo? ¡Si no están conmigo!
—Hummm… veo que andas muy enamorado, ya que no te acuerdas ni dónde dejas los panes —le dijo entonces la señora entre risa.
—Creo que sí. —Respondió el joven como lamentándose y avergonzado.
—Enamorarse no es malo, pero hay que tener cuidado. Dime, ¿de quién estás enamorado? Tal vez te puedo ayudar ¿Quién es la muchacha que se quiere robar tu corazón?
—Si te digo, te me has de reír señora. —Cabizbajo y un poco avergonzado respondió Emilio.
—No. Jovencito, con toda confianza dime.
—Estoy enamorado de la profe Andreyna —finalmente dijo el muchacho.
— ¡Ah…! ¡Es ella! Hace un ratito acaba de llegar ella, la vi pasar de la mano de algunos niños.
—Sí, yo también la vi.
—Ahora dime: ¿Qué hiciste con los panes que me compraste?
—Los perdí señora, los perdí, ¡me robaron!
—Hummm…, por amor se pierde todo, eso es sabido, te comprendo. ¿Ahora qué vas hacer?
—No sé señora. Fíeme cuatro pesos de pan, yo en cuanto pueda te los pago, por favor, ¡sí!
—Hummm. —Pensó la señora—. Está bien. Pero te aconsejo solo una cosa.
— ¿Qué cosa señora? —levantó la mirada el joven Emilio.
—Si estás enamorado de la profesora como dices, no lo guardes, no calles, ¡Habla! ¡Dile! Quién sabe si ella es para ti.
— ¡Gracias señora! ¡Muchas gracias! Eso haré. ¡Hasta luego! ¡Y gracias por fiarme! ¡Algún día se lo pagaré!
—Hasta mañana joven, ¡no lo vaya volver a perder los panes! ¡Ni a ella tampoco!
Presuroso, Emilio se dirigía a su casa, sin antes encontrarla primero a la señora Margot.
—Aquí está el peso de pan que me encargó señora —Le dijo y le entregó los panes.
—Muchas gracias joven, pero ¿Se tardó un poquito no? ¿Por qué? —Le preguntó la señora.
—Sí, solo un poquito. —Respondió el joven— Hasta luego señora, ya debo irme, en otra se lo cuento.
—Bueno, cuídate mucho jovencito, hasta luego.
Más tarde, Emilio la fue a buscar a la profesora hasta la escuelita donde dictaba las clases. La profesora al darse cuenta de la presencia de Emilio parado en la puerta del curso, un poco nerviosa dijo a los niños:
—Bueno niños, es recreo, vayan a jugar.
— ¡Bien! —al unísono gritaron los niños y salieron a jugar al patio de la escuela.
Ahí estaban los dos, solamente los dos, con las miradas fijas y perdidas, sin saber qué decirse, solo se escuchaba sus respiraciones algo agitadas, quizás por el nerviosismo o quién sabe qué.
— ¿Qué pasó Emilio? ¿Qué te trae por aquí? —entonces la profe Andreyna rompiendo el silencio dirigió su mirada a él.
—Vengo a decirte algo importante, profesora —Respondió Emilio algo tímido, algo huraño.
— ¿Qué será? ¡Dime! Te escucho.
—Po… po… por… por la belleza… —Se entrecortaron sus palabras del joven.
—¿Qué…? —Se sorprendió la profesora.
—Sí, eso, lo que oyes; por la belleza de tu mirada es que esta mañana perdí cuatro pesos de pan. —Emilio se armó de valor y dijo lo que tenía que decir.
—No te entiendo, a ver, explícame mejor —replicó la profe Andreyna.
—Sí profesora, estoy enamorado de usted, y por eso esta mañana perdí cuatro pesos de pan, por el cual ahora estoy en deuda con la dueña de la tienda y, espero me condone.
La profesora se echó a reír tremendamente de lo que acababa de escuchar.
—No puedo creer lo que me dices, qué tierno eres.
—¡Pero es verdad!, mi amor aflora por ti y vengo a pedirte que…
—Chsss… calla, ¡Por favor calla! ¿Qué van a decir los niños si te escuchan?
— ¡Que se enteren todos que te amo! ¡De corazón, te amo! —Gritó Emilio aferrado a conquistarla—. Bueno, en todo caso, quiero preparar el amor contigo, ¡enamorar! ¡Te pido que seas mi enamorada! —le agarró de sus manos a Andreyna— ¿Aceptas ser mi enamorada? Por favor…
— ¿Sabes qué? —Dijo entonces ella—. Yo esperaba por este momento, en verdad sí esperaba que algún día me dijeras esto. Porque también hay dentro de mí un profundo sentimiento que guardo para ti. Yo también te amo, Emilio, te amo, te amé desde hace mucho en silencio.
— ¡Gracias amor! ¡Gracias! —Se abrazaron tiernamente— ¡ahora ya no volveré a perder cuatro pesos de pan!
Ambos se rieron a carcajadas. Y así es que por los lazos del amor fueron unidos estos dos maravillosos seres, Emilio y Andreyna; quienes con el paso del tiempo formalizaron su relación, al paso de algunos años, se casaron, tuvieron dos hijos y, vivieron felices, él como artista y poeta, y ella como profesora, además como la madre más dichosa de Bermejo, que veía crecer a sus dos pequeños a día que pasaba. Y su maravilloso esposo que fue ejemplo de vida para muchos y ella, hasta que en un lejano confín, solo la muerte los separó.


sábado, 3 de septiembre de 2016

La antítesis a mi tesis

La antítesis a mi tesis



Esta es una de las opuestas que he recibido a mi tesis sobre la política actual de nuestros actores politiqueros, y la verdad es que me encantó leerlo, aunque me costó corregir el estilo de redacción, signos de puntuación, y demás atribuciones en lo que a la escritura se refiere. Creo que los dos, él y yo, pensamos igual. Y ahora les comparto, a ver, qué opinan ustedes quienes me siguen.

Adrian Salmon Camacho dijo: No estoy de acuerdo contigo, porque no es verdad que todos hubieran hecho el bien a Bolivia y su pueblo, es una actitud de quedar bien con unos y con otros, con Dios y con el Diablo, estadísticamente si todos hubieran administrativamente bien al país, seguro que todos estuviéramos mejor de condiciones de vida y calidad de vida, aquí unos administraron mal para el pueblo y por eso existe aún miseria y pobreza, pero fueron buenos para administrar para sus círculos de allegados y familiares, discriminando al pueblo en su conjunto, pese que fuimos, somos y seguiremos siendo un país RICO EN RECURSOS NATURALES RENOVABLES Y NO RENOVABLES, estamos sentados sobre una mina de oro, pero, desgraciadamente el pueblo humilde es quien sufrió las consecuencias de los malos Administradores de nuestros recursos, haciéndose millonarios a costa del pueblo, y un gobierno como el actual que su principal proyecto ha sido el de la inclusión social de los sectores discriminados hasta ayer, que está administrando bien los recursos del país y en favor de los más humildes de este país, vamos a ver, ¿quién hizo la construcción de miles de casas para los humildes? dime quién, ¿quién incluyó a los sectores marginados, campesinos, trabajadores, mujeres con políticas económicas neoliberales? Ninguno; ¿quién administró bien en favor del pueblo las riquezas de Bolivia? Evo Morales. ¿Quién entregó los recursos naturales a precio de gallina muerta a las transnacionales? MNR, Falange, MIR, ADN, y todos los partidos de derecha.
Al pan, pan y al vino, vino. Yo como ciudadano. Voté por Evo Morales, pero mira que no soy militante del MAS, sin embargo estoy con el cambio estructural del país, y no quiero que vuelvan el pasado a gobernar, y no digo que este gobierno es una taza de leche, porque ha cometido una serie de errores, por falta de decisiones acertadas, claro que hay que criticarlos, porque si aceptan críticas y no se corrigen, volverán a cometerlos y perjudicarán al pueblo de no enmendar sus errores.
Lo que acepto es de no hacer críticas constructivas que es donde se aplaza la oposición, por que utilizan estrategias viles y perversas, y claro que ellos quieren entregar las riquezas a los gringos, a cambio de fuertes coimas, como lo hicieron en el pasado que no debe volver, porque además el déficit económico de EE.UU., es monstruoso e inimaginable y ellos están obligados por sus… por tanto les urge intervenir a Venezuela, Brasil, Ecuador y Argentina, porque son ricos y ellos pueden suplir la falta de materias primas, necesidades de materias primas para sus industrias, y superar su actual déficit de Estado.

Así que soy de izquierda y no quiero a la derecha y prefiero almas que a los partidos de derecha, Adrián Salmon Camacho. 

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