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Atte.: EFRAÍN
Algo que nunca
olvidaré de ese viaje es que en el camino me fui encontrando con una y otra, y
otra persona más que también viajaban hacia el pueblo a pie, como peregrinos
queriendo encontrar respuestas al porqué les había tocado cruzar por esa
travesía; entre ellos se encontraba una mujer, cargada de un bulto en su
espalda, y los otros al igual que yo con una mochila también en la espalda en
el que llevábamos el alimento de la vida, además de agua que recogíamos en
nuestras cantimploras en cada arroyo al que llegábamos para apaciguar el
cansancio de nuestros espíritus.
—¿Va para el pueblo?
—Me preguntaban al sumarse a mi caminata.
—Así es amigos
—respondía complacido— voy para el pueblo, como no hay otro medio, hay que
viajar a pie. ¿Ustedes igual?
—Sí, también vamos
para el pueblo, —me contestaron airosos con sonrisas inocentes— ¡Entonces
acompañémonos en confianza! —Me propusieron.
—¡Claro! ¡Vamos
entonces, como hermanados por este sendero largo por el cual no sabemos en
cuanto tiempo llegaremos a nuestros destinos! —Contesté con aires de
compañerismo que no quería perder.
Nuestra conversación
fue amena, alegre durante el recorrido, y la mujer que recordaba a sus hijos en
momentos un poco triste y por ellos quería llegar lo más antes posible.
—¿Mis hijos cómo estarán?
Me preocupa estar lejos de ellos —comentaba con suspiros agitados, claro, por
el cansancio que se notaba en su rostro.
En todos se notaba
inocencia y cansancio, pero igual seguía el recorrido a pie hasta que una
lluvia torrencial nos cogió, cual nos mojó porque no teníamos donde
escondernos, nos hallábamos en plenas llanuras que nunca terminaban; y la noche
con sus fríos aires nos sorprendió en un lugar, donde se veía una loma, y en la
cúspide de aquella colina una casa, cual parecía una granja, estábamos
cansados, además hambrientos, el alimento en las mochilas se nos acababa, no
podíamos seguir comiendo hasta terminar, porque para el día siguiente no
tendríamos nada más que quizás solo un par de dulces para cada uno, y agua en
los arroyos con las cuales nos encontraríamos; así que nos tentamos de ir a esa
casa en la colina, para ver si nos cobijaban para pasar la noche y a ver si nos
invitaban una sopa caliente, o por lo menos agua hervida caliente con un poco
de azúcar y hojas de hierbas medicinales, porque en verdad hacía mucho frío,
además de un viento torrencial que se paseaba silbando en toda la colina,
haciendo sonar tenebrosamente hasta las calaminas de esa casa; nos imaginamos
comiendo exquisitas sopas de frijoles, o de arroz, incluso de yuca o de
papancha, que eran sopas tradicionales que se conocían bien por esos sitios
amazónicos.
Al llegar, llamamos
a ver si alguien nos escuchaba, mas no parecía haber nadie más que dos perros
que nos ladraban, llamamos con más alta voz, y nada.
—¿Qué hacemos? ¡Parece
que no hay nadie! —Nos cuestionamos unos a otros un poco tristes y confundidos.
—A ver, intentemos
otra vez —nos animamos.
—¡Señor! ¡Señora!
¿Hay alguien aquí? ¿Alguien que nos puede escuchar en esta casa?
Volvimos a llamar y
a golpear las maderas del cerco de la casa, y definitivamente no había nadie
más que una vieja radio tocando apenas de la ventana de una de las habitaciones
de madera, cual ventana estaba protegida solo por una malla milimétrica,
temerosos decidimos entrar a los corredores de la casa que parecía abandonada,
solo protegidos por el mejor amigo del hombre, guardián de la casa, dos
hermosos perritos, que nos saludaban con sus chillidos y meneo de cola después
de habernos ladrado largo rato. En un extremo de la casa encontramos un árbol
cítrico ¡Parecían naranjas amarillas que colgaban exquisitas en sus ramas! Y
contentos corrimos a arrancar, y nos equivocamos, porque al degustar sentimos
que eran limones demasiado agrios.
—Ni modo —nos
dijimos con las miradas tristes.
Decidimos descansar
en uno de los corredores, de aquella casa, cubriéndonos con los pocos
cobertores que llevábamos cada uno. El viento torrencial seguía, y el frío nos
hacía temblar, no había otra más que aguantar, la única mujer que nos
acompañaba a los cuatro hombres que éramos, sentía desfallecer, sentía
demasiado crudo el frío que hacía. Para tratar de olvidar el azote de este
fenómeno, mirábamos el cielo estrellado, intentando contar a ver cuántas
lográbamos, además tratar de encontrar figuras con la unión de varias de ellas,
de tal manera, contando y encontrando figuras, uno a uno nos quedamos dormidos,
y los dos perros en nuestros lados como guardianes, también se hallaban
recostados. No dormimos por mucho tiempo, porque el frío con su vasallo el
viento nos hizo despertar, tras un ruido estrepitoso que causó temor en
nosotros. Quizás sería la una de la mañana, el cielo aún estaba estrellado, no
podíamos seguir en esa situación, habíamos alivianado un poco el cansancio, así
que decidimos continuar con nuestra caminata agarrados de nuestras linternas
para alumbrar el sendero por el cual iríamos, abandonamos la casa solitaria,
los perros nos seguían, no podíamos dejar que nos sigan, pero igual, estos
venían por nuestro atrás. Sabíamos el peligro que corríamos, y peor a esas
horas de la madrugada, claro que durante
el día también, el peligro de ser atacados por los animales salvajes de la
selva, conocíamos historias de tigres y leopardos, también de gatos monteses
que sorprendieron a caminantes como nosotros y se lo devoraron sin piedad
alguna. Y nosotros no teníamos nada con qué defendernos si eso nos pasaba; así
que solo nos encomendamos en manos del Supremo Creador.
Caminamos amanecido,
y todo ese día más, para por fin por la tarde llegar al pueblo, aguantando el hambre
que llevábamos en nuestros estómagos. Gracias a Dios los perros en el camino
desaparecieron, imaginamos que regresaron a la casa solitaria. Al igual que
aquellas personas y yo, nos separamos tras haber llegado al pueblo y por fin
haber comido una sopa caliente juntos para luego despedirnos, tomando rumbos
dispersos. Recuerdo que la mujer en algún momento dijo:
—Esta caminata que
estamos haciendo, corriendo aun todos los peligros que conocemos, necesitamos
que alguien la escriba y se quede como parte de la historia para nuestras
vidas, miren a ver, cómo estamos sufriendo y padeciendo las inclemencias del
tiempo, ¡qué mal hemos hecho para caminar así! ¡A ver, qué mal! ¡Nada!
—¡Yo escribiré!
—Contesté entonces animoso— escribiré todo esto que estamos pasando, este
peregrinaje que nos tocó encaminar juntos.
—¿En serio? —la
mujer me preguntó sorprendida.
—Sí, porque soy
escritor y me encanta rescatar historias como esta por la que estamos pasando.
—¡Oh! ¡Felicidades!
No será olvidado entonces esto por lo que nos tocó pasar ahora —me felicitó
complacida en cada una de sus palabras.
—¡Muchas gracias!
—Respondí con regocijo en mi modo de agradecer.
Después de haber
cenado aquella tarde, continué mi viaje en ómnibus hacia la ciudad de Santa
Cruz. Tenía los pies lastimados de tanto haber caminado, en tanto sol durante
el día y frío en la noche, me acuerdo muy bien, llegaron momentos en que me
desesperé, pero me acordé de aquellos que esperaban por mí, mis amigos, ¡mi mujer!
Y es por ellos que debía continuar con aquel viaje.
Ante la verdad de los hechos suscitados en la comunidad campesina Pandoja
Como pasó el tiempo
de allá hasta aquí, ¡cómo pasaron los días! Y ya son tres meses y medio, aunque
pareciera que fuese ayer, sin embargo, ahora se ve el lamento de familias
enteras, el llanto de hijos cuyos padres se encuentran en cautiverio, presos de
la injusticia, y es lamentable, es tristeza para mi ser ver esto, ver que mis
amigos estén penados, suspiro y me duele hasta el alma.
Recuerdo de aquella
mañana lo que pasó y pasaba a mi ver efímero; aun era las dos de la mañana,
súbitamente me había despertado, tenía dolores horribles de espalda y el lado
izquierdo de mi cabeza, recién esos días daba por terminado un tratamiento más que
venía siguiendo desde meses anteriores, quizás tres meses de medicinas,
inyecciones y demás, pero esa mañana era inmenso el dolor en mí, por eso me
hallaba despierto desde esas horas, ya sin poder cerrar los ojos otra vez hasta
que amaneciera; mientras las horas transcurrían, quizás sería las 04:15 a 04:30
de la mañana, sucedió algo fortuito, se trataba del megáfono instalado en la
plaza de la comunidad campesina Pandoja, por el cual escuchaba la voz de un
hombre, de emergencia convocando la presencia del Corregidor y del presidente
de la OTB en la plaza, porque en la comunidad un ladrón había sido sorprendido dentro
la casa de uno de los vecinos; esa convocatoria me sorprendió, —¡Otra vez
ladrón en menos de dos días! —me dije para mí mismo.
Ya tenía conocimiento
que días anteriores también había entrado ladrón a casa de uno de los vecinos, ¡al
de mi mejor amigo! Gracias a Dios aquello no pasó a mayores; los minutos
pasaban, y en mí el dolor persistía, como que si los huesos en mi espalda estuviesen
por quebrarse, a los 15 minutos de la primera llamada, se vuelve a escuchar, la
misma voz otra vez convocando la presencia de los dos dirigentes en la plaza.
Ya desde ese momento me picó la curiosidad, quería ir a ver qué es lo que
pasaba, en ese momento desde mi cama agarraba el celular para ver el correr de
los minutos, y quería llamar al 110, porque ya me latía que algo funesto iba
suceder si es que la policía no intervenía, me armé de fuerzas para levantarme
a pesar de ese dolor que sentía, y me animé ir al lugar; llego a la plaza
minutos más tarde, quizás ya sería las cinco de la mañana en punto, en la cual
me sorprendo, porque veo un tumulto de gente furiosa a quienes poco o nada las
conocía, ellas consigo traían a un muchacho, atado de manos, no sabía de dónde;
hasta ese momento todavía no sabía a cuál de las casas es que había entrado;
entonces me acerco asombrado, y escucho que le preguntaban con enojo:
—¿Dónde vives? ¿con
quiénes vives? Llévanos a conocer tu casa —y le castigaban con vara al joven.
—Vivo en Vinto, —respondía el muchacho atado de manos en la
espalda, quien parecía no sentir el dolor de los chicotazos— Jhon Herrera es
quien me ha mandado a robar.
—¿Y dónde vive él? —le
volvían a preguntar.
—Él vive arriba, en
el barrio, ahorita me está esperando ahí —decía.
Y el gentío, le
insistía que le llevara a casa de ese tal Jhon Herrera.
En ese momento me dio
miedo a acercarme más, ¡me entró un pavor! Me paré con mi celular en mano en la
esquina del pasaje que va a mi casa, y por mi delante pasaba el tumulto de
hombres y mujeres, a quienes trataba de reconocerlos, mas no podía, se dirigían
al lado norte, llevando al muchacho entre golpes y látigos, eran muchas personas
entre hombres y mujeres que hacían eso, los demás solo como observantes,
curiosos del cual mi persona también formaría parte, por detrás trato de
seguirles, poco a poco acercándome, hasta encontrarme con uno de los jóvenes,
para preguntarle de cómo era la cosa, de quién en su casa había sido
sorprendido el muchacho “ladrón”.
Ahí me entero que fue
sorprendido en casa justo de mi mejor amigo también, en el domicilio de Javier,
hombre de bien, aunque a veces un poco obstinado y obsesivo, un poco obcecado
por el orgullo él, con quien nos
conocíamos desde infante.
—¿Otra vez a casa de
él? —me preguntaba aún más sorprendido.
—Sí, a la misma casa
—me respondían los jóvenes con quienes me había encontrado.
En días anteriores a
esa madrugada fue sorprendido robando creo que cerca al mediodía, aquello que
fue frustrado a tiempo y puesto la denuncia ante las autoridades pertinentes, según
testimonio del afectado mismo. Y aquella madrugada que se haya suscitado en el
mismo lugar, fue algo para meditar quizás, para reflexionar y buscar la unidad
comunitaria.
Los minutos seguían
pasando, al joven le hacen llegar al sector de la cancha de básquet, caminando,
siempre atado de sus manos en la espalda, lo hacen llegar ahí porque él mismo,
había cambiado de versión del lugar donde vivía ese tal Jhon Herrera, en el
cual señalaba que vivía en la zona sud ya también, por el sector del Morro, entonces
todo ese tumulto aún más enojado, dispuestos a golpearlo más, mientras que
otros tratando de apaciguar la situación; hasta ese momento personalmente no
veía más que a un dirigente presente en el lugar de los hechos, se trataba del
Corregidor, él y solo gente desconocida por mí, entonces me alejé del lugar,
quizás ya sería las cinco de la mañana con diez minutos, tenía el celular en
mano, dispuesto a llamar a la policía esta vez, claro que de inmediato marqué
el 110 y me contesta la voz de una mujer, a quien le explico de lo que estaba sucediendo
en la comunidad, entonces ella me dice que debía llamar a la FELCC de
Quillacollo, como correspondía, me dan el número de teléfono, y llamo
enseguida, en el cual lamentablemente no me contestan, intento una y otra vez,
mas nada de respuestas desafortunadamente.
Ya para entonces el
tumulto regresaba hacia la plaza con el joven entre medio, a quien entre gritos
y golpes con vara le decían que les lleve a casa de ese tal Jhon Herrera, que
cuántas casas más iban a ser robadas por él y su supuesto grupo de
delinquidores, a lo cual el joven les respondía que cinco casas más iban a ser
robadas, y las mismas ya estaban marcadas con espray en forma de muñecos. La
gente enardecida le exige que les vaya a mostrar esas casas marcadas; de esa
manera le llevan a la orilla del río Huaykhuli, haciéndole pasar por el puente
peatonal recién construido, y llegar a la otra OTB, Barrio Ecológico, en el
cual señoras de carácter fuerte, especialmente Victoria Illanes, Florinda
Quispe, y otras más, vecinas de la comunidad, a quien sí en ese momento las
pude reconocer, comienzan a golpear las puertas de las casas, incitando a que
salgan los vecinos porque sus casas estaban marcadas para ser robadas también, perros
comenzaban a ladrar los vecinos salían a ver de qué es lo que pasaba; es claro
que no de todas las casas salieron.
En mi el dolor de
espalda persistía, y decidí en retornar a mi casa, llego a la plaza, en la que
veo a algunas personas poco conocidas, con quienes entablo conversación de lo
que pasaba, a modo de sentarme para tratar de apaciguar mi dolor, ahí recién
veo llegar a los otros dirigentes, como ser el presidente del sistema de agua
potable junto con el vicepresidente de la misma entidad, al igual que don Jesús
Foronda, además de una persona adulta, todos preocupados por lo que pasaba, en
ese momento ya sería las 05:40 de la mañana quizás, tenía el celular en mano
mas no miraba la hora; Los dirigentes no se animaban ir ante el tumulto rabioso,
parecía que ya tenían el presentimientos de ser inculpados por lo que sucedía;
ahí aparece mi querido amigo Javier, el afectado de casa, aquel con quien nos
conocíamos desde niños; él estaba asustado, lo podía notar en su mirada, no le
dirigí la palabra, porque yo también estaba con ese dolor de espalda que me
hacía morder los labios, dos de los dirigentes se animan ir al lugar lúgubre,
más la persona de la tercera edad, y don Francisco Jiménez, para entonces
vicepresidente del sistema de agua potable, quien también es de la tercera edad,
deciden quedarse en la plaza o bien retornar a sus casas, por lo visto ninguno
de los dos trajinaba celular, entonces el segundo comenta que se debe llamar a
la policía, para que intervenga, es cuando mi persona se pronuncia con
preocupación, haciendo saber que ya había llamado a la FELCC y nadie
contestaba, me pedía que vuelva a intentar, lo hice, y nada que contestaban
desgraciadamente, ahí nos separamos él y yo, mi persona se anima volver al
lugar de los hechos, ya para entonces la cosa se hallaba peor, el joven
delinquidor, se hallaba botado en el suelo entre piedras atado de manos sigue,
totalmente golpeado, cerca de la casa donde había sido sorprendido, con pena
podía ver a un hombre mayor, alto y robusto, llamado Filiberto, más conocido
como el Chatarrero, quien le arrastraba con la pita cual estaba amarrado el
muchacho, al igual que otro señor, alto, moreno de nombre Sabino Huanca, quien
también le arrastraba de la misma pita cuando el Chatarrero soltaba la misma
para golpearlo ya también.
El gentío que parecía
ser más para entonces, unos reclamaban por él, otros seguían incitando a que
sea golpeado, especialmente la señora Victoria Illanes y su esposo, don Paulino
Coca, a quienes si les pude reconocer, ella instaba a los dirigentes a
golpearlo, y don Paulino que sí le golpeaba con palos y varas tanto en sus pies
como en su espalda, palos y varas que su esposa, la señora Victoria Illanes le
alcanzaba, queriendo saber inclusive de cómo es que ese muchacho tenía en su
mochila ropa de mujer, y aquel hombre alto y robusto, más conocido como el
Chatarrero, después de arrastrarlo un poco por el suelo al joven semidesnudo,
le da golpes en su estómago y partes genitales con un palo grueso cual agarraba
con sus dos manos; ver eso me horrorizaba, para entonces ahí ya se encontraban
las hermanas concepcionistas, quienes trataban de hacer reflexionar al gentío
para que no cometieran más ese error de seguir golpeando, es cuando una mujer aparece
para golpearle con una piedra en su cabeza, sin piedad, sin premeditación
alguna ella le arrojaba las piedras en varias oportunidades directo a la cabeza
del joven; por indagación propia llego a dar con el nombre de esta señora, y es
que ella se llama Luisa, además es esposa de Filiberto (el Chatarrero); y en
algún otro momento otro señor de nombre Crispín, que también apareció, éste
estaba con botas de acero, también lo pateó tanto en la cara como en la cabeza
del joven. Ahí se encontraban el corregidor y el presidente del sistema de agua
potable, no incitando a la violencia, sino buscar otras soluciones, incluso el
corregidor instaba a llamar a la policía para que se lo llevara al ladrón, mas
la gente no quería eso, incitaban a hacer “justicia comunitaria”, y las
hermanas concepcionistas seguían tratando de hacerles reflexionar, incluso
haciéndoles recuerdo que estaba cerca las fiestas pascuas y no se debía cometer
un crimen por esas fechas, ellas querían llevárselo al individuo al monasterio
hasta que la policía llegara, pero el gentío no quería eso, ellos incluso los
amenazaban a las hermanas de cómplices del ladrón; entonces le incitaban
también al corregidor, que le castigue al muchacho, y éste presionado por ese
tumulto le da dos chicotazos con un palo.
Tuve el valor de
pasar justo por delante del muchacho, para verlo, él en sus ojos pedía piedad, compasión,
mientras que la gente le obligaba a hablar de quienes eran sus cómplices y en
donde estaban, y el joven no decía nada, entonces don Filiberto, lo volvía a
arrastrar con la pita amarrada, con la fuerza de su hombro, y el muchacho
clamaba que no lo haga, que sí iba hablar. Así pasaron los minutos hasta ser
casi las 6:20 de la mañana y la policía no llegaba, esta vez yo sí estuve
decidido a abandonar el lugar de los hechos, el dolor que sentía era demasiado
insoportable, debía ir al médico, cuando me hallaba de ir, en la curva del
pasaje que va de la plaza a la orilla del río, me encuentro con las hermanas
concepcionistas, con quienes entablo breve conversación del hecho, ellas se
lamentaban, igual que mi persona; es cuando por fin escucho el sonido la sirena del auto de la policía, por fin
había llegado, pero no al lugar del hecho, la policía parecía ir al sector de
la plaza, y a las hermanas les digo que ya la policía estaba en la comunidad, y
ellas un poco dudosas me animan que llame a la policía otra vez, entonces llamo
y por fin mi llamada fue contestada, y les explico la dirección exacta del
lugar donde se suscitaba el macabro hecho, la conversación no fue más de 40
segundos, y la patrulla por fin se hizo presente en el mismísimo lugar del
hecho a eso de las 6:33 minutos, para el cual mi persona se anima a volver al
sitio, para entonces el joven ya había sido llevado al pie de un molle, ahí se
hallaba botado como amarrado del cuello con la soga que antes estaba atada a
sus manos, La policía hizo breve indagación del hecho, comenzó a sacar fotos,
incluso entrevistó al joven que estaba golpeado, grabando video con su celular
todo lo que respondía el joven, incluso filmó a todos quienes se hallaban en el
lugar, incluida mi persona. Hasta ahí pude ver los hechos, luego retorné a mi
casa a eso de las 6:45 de la mañana; el joven estaba vivo cuando me iba, y la
policía jugaría el papel que le correspondía como tal.
Cuando me hallaba ya
de ida a la ciudad 40 minutos más tarde, rumbo al hospital, mediante una vecina
con quien nos saludamos, me entero que el muchacho había fallecido. Esa noticia
me causó pánico. Claro que esta señora no se hallaba en el lugar de los hechos,
de seguro ella se enteró por la voz de otro.
—¡Pero cómo! Si
cuando la policía estaba ahí, él estaba vivo. —le dije.
Soy una de las
persona que anda viajando por todo el país como artista, como escritor,
entonces días después de lo acontecido, mi viaje fue a Yacuiba, Villa Montes,
Camiri, para finalmente volver a Santa Cruz; cuando me hallaba en Yacuiba me
entero mediante un familiar mío que mi amigo había sido llevado a la cárcel, incluso
mi familiar que me anotició, me pedía que llame a sus padres para avisarles de
lo que pasaba, yo me hallaba en Yacuiba, no podía hacer nada más que
entristecerme.
Y es ahora que en pro
de la verdad quiero dirigirme a las autoridades pertinentes al caso lamentable
que se arrastra encadenada por la injusticia, quiero dirigirme como un
comunario residente que vive más de veinte años en la comunidad campesina Pandoja,
quizás desde mis nueve años hasta la edad que tengo ahora, y aunque haya vivido
por esos años, les confieso que poco les conozco a los comunarios originaros
que viven a lo largo y ancho de la comunidad, y más peor a aquellos como mi
persona que llegan por esos lugares también para habitar, mal concepto sería de
las autoridades que dicen: —es ridículo decir que no nos conocemos entre
vecinos, que incluso en un cuarto encerrado en total oscuridad, con solo
escucharse las voces de unos y otros nos reconoceríamos—, yo les digo que solo
porque nos reunimos en reuniones convocadas es que nos vemos las caras, nos
conocemos de vista. Y en lo personal, si conozco a alguien en mi propia
comunidad, es porque se ha destacado aportando a la comunidad ya sea como
dirigente o contribución en otra índole por el bien de la misma.
Las pocas veces que
estoy en la comunidad, he tratado de corroborar e indagar para que salga la
verdad a la luz con lo que sé, con lo que he visto, con lo que he sentido, incluso
he acompañado a audiencias de las personas que están detenidas, entre esas
personas, mi amigo con quien nos conocimos desde mis nueve años, y es
paradójico que él esté detenido en la cárcel después que justo a su casa el
ladrón se haya entrado en dos oportunidades seguidas; yo, más que amigo de
Javier, como comunario residente, declaro que él es inocente, declaro no porque
sea mi amigo, sino porque si lo vi, y es que él en ningún momento agarró ni un
palo ni una piedra ni ningún otro objeto contundente para agredir al ladrón, él
estaba asustado en ese momento, eso sí vi en él, ahora si los señores justicieros
le acusan a él del porqué en ese momento no llamó a la policía, que más bien
prefirió llamar a los dirigentes, y por eso ahora esté detenido, yo les digo
que aunque ya se hayan suscitado los hechos, él sí llamó a la policía y ésta no
le contestaba también; me lo dijo a mí que soy su amigo, y aunque no hubiera
llamado, pues para eso está la comunidad, para eso somos vecinos aunque no nos
conozcamos bien, que aunque solo nos veamos las caras en reuniones convocadas;
para eso estuve yo, e imagino que muchos otros, que si intentaron comunicarse
con la policía y ésta no contestó a tiempo; imaginen el tiempo abismal de mis
llamadas según extractos que he recogido personalmente de mi línea de la cual
he llamado a la policía, ¡son más de una hora con veinte minutos de diferencia!
Y es en este momento que quiero desmentir lo que la Policía dice que nadie
había llamado a ellos, yo les digo que sí he llamado y tengo las pruebas en
mano, así que aquí la policía que no me venga con esa mentira de que nadie les
había llamado a ellos, y que por eso ahora estén detenidos cuatro personas.
Imaginen que si el
afectado, el dueño de casa en ese momento si pudo haberle llamado a la policía
y ésta no la haya contestado, ¿creen que las cosas hubieren sido diferentes? Creo
que no; creo que si la policía hubiera contestado de inmediato a mi primera
llamada, quizás la historia hubiera sido diferente, quizás no se estaría
lamentando como ahora está sucediendo; las autoridades pertinentes deben
reflexionar en este aspecto y no ponerlos en cautiverio a inocentes, y de paso
tildándonos a los demás de infrahumanos, hay que tildar de eso a aquellos que
sí corresponden, a aquellos que a título de justicia meten presos a inocentes,
y los verdaderos culpables se estén riendo, libres en las calles.
Suspiro y lamento por
las constantes injusticias que se cometen en nuestro país, a veces hasta y pienso: —entonces
dejaré no más ya que el ladrón entre a mi casa, se robe mis cosas y de paso me
mate a mí más, luego se vaya, libre, sin afectados ni afectantes— y si lo
detienen al ladrón, lo liberen a los dos o tres meses para que sigua
delinquiendo con más fuerza todavía como ha sucedido estos últimos días en la
ciudad de Santa Cruz por ejemplo.
Otra vez digo que
ninguno de los cuatro detenidos es culpable de los hechos lamentables, ni
siquiera el que fue corregidor, de quien su nombre no sabía hasta entonces,
solo de vista le conocía, ¡a él le obligaron golpearle al delincuente! Y él lo
hizo con un palo pequeño, ¡como dando escarmiento a un niño que hizo algo malo
sabiendo ya que era malo! ¿Acaso amonestar a un niño es malo? Y peor ¿Acaso
amonestar a un ladrón es pecado por el cual ahora don Max Illanes esté preso?,
repito, recalco, ni Javier Quispe, ni Max Illanes, ni Francisco Jiménez, ni
mucho menos don Roberto Hinojosa son culpables de los hechos, tampoco los otros
jóvenes que han sido tildados partícipes en el hecho; y no pueden ser tildados como
“peligrosos para la sociedad” solo porque unos artículos de determinados leyes
lo digan así, porque no lo son, porque no han matado, no han robado, ni han
violado; para mí el culpable es la policía que no contestó mis llamadas, ni la
de Javier que igual llamó cuando vio que la situación se agravaba y no llegó a
tiempo para apaciguar los ánimos de la gente enardecida a quienes a muchísimos
de ellos no las conozco. Y es lamentable ahora que esta misma gente no vaya a
declarar, es lamentable que esta gente no colabore con las investigaciones; el
que nada tiene, nada teme, así como mi persona que fue a declarar
voluntariamente, aunque cuyas declaraciones que di, no me convencieron, porque
el investigador no me dejó hablar como yo tenía que decir las cosas, sino como
él quería escuchar, por eso ahora quiero dejar mi declaración por escrita,
esperando que la situación mejore, antes que me vuelva a ir de viaje esta vez
por motivos de salud, quiero dejar esto como testimonio vivo de todo lo que
pude ver, de las cosas que pude sentir y de las injusticias que todavía puedo
palpar que fueron interpuestas en contra de esas cuatro personas.
Espero que muy pronto
se sienta el olor a justicia, así para que todos estemos en paz, en armonía,
así para volver a ver la felicidad de los hijos cuyos padres están presos
ahora. Y es en este momento que recuerdo la frase bien asestada de una colega
escritora, quien dijo: —TODOS SOMOS HOMBRES, PERO NO TODOS SOMOS HUMANOS DE
VERDAD—, quienes manejan la justicia son hombres, pero estos mismos pareciera
que no fuesen humanos de verdad, al igual que los ladrones y asesinos, todos
son hombres, pero estos mismos ladrones y asesinos no son humanos de verdad, y
Derechos Humanos los defiende a ellos. Entonces desde esta perspectiva debía
cambiar la consigna misma de Derechos Humanos y, más bien llamarse Derechos de
Hombres, porque defiende los derechos de aquellos que incluso se comportan solo
como hombres y no como seres humanos de verdad.
Es todo eso en cuanto
yo decidí declarar voluntariamente, como un comunario residente con más de 20
años de vivir en el lugar, en honor a la verdad y la justicia, justicia del
cual espero que no esté más enceguecida, justicia del cual espero no cometa más
injusticias en contra de inocentes, y para constancia, firmo al pie de este
testimonio para fines valederos.
Nelson Jaliri. Es Artista
Plástico y poeta. Ya recorrió mucha tinta en los papeles amarillentos de su
archivo personal. Lo cual se traduce en varias publicaciones de carácter
literario desde 1996, no solamente a nivel
local, como a nivel nacional, por ejemplo sus textos poéticos fueron
publicados en la revista Def-Ghi Comunicación
y Arte en Santa fe Argentina. Varios libros publicados entre poesía,
narrativa, ensayo, crítica e historia.
Su nombre figura en antologías, como “Cambio Climático” (Panorama de la Joven
Poesía Boliviana), antologada por Jessica Freudenthal, Benjamín Chávez y Juan
Carlos Ramiro Quiroga, la misma que fue traducida al francés; ”Días de Poesía”,
Imaginea Arte y Cultura, Festival Internacional de Poesía; “Antología Comentada
de la Poesía Boliviana”, de Roberto Ágreda Maldonado; “Potosinos en la Cultura
Boliviana”, de Elías Blanco; y “Chamote (Antología de la Poesía
Latinoamericana),de Gito Minore la misma que fue publicada en la Argentina.
Varias exposiciones
individuales y colectivas, a nivel local, nacional e internacional, como Puno, Tacna y Buenos
Aires Argentina.
Actualmente es Director y
Editor de la Revista Nacional de Literatura A PRUEBA DE FRÍO y Docente de la
Carrera de Artes Plásticas de la Universidad Pública del Alto de La Paz. Participó
en varios encuentros y festivales, como de poesía y de pintura. Obras Publicadas: 1.- Autología Repertorio poético
La novela —Con Justina al
alcance de la justicia—, es una obra autobiografiada del mismo autor y
escritor. Un joven talentoso y dedicado a escribir obras de reflexión, que con
mucha paciencia y delicadeza se puso a escribir su vida misma, durante diez
años que investigó su procedencia y, donde inicia su desgracia que lo marcó
para toda su vida; porque los que se consideren escritores, deben dejar huellas
y empezar a escribir sus propias vidas, porque allí sabremos de dónde vienen y
a dónde van.
Efraín un amante de la literatura,
quien en su inspiración tiene por autoría las obras publicadas como ser: —En
la hacienda de don Pedro—, —Luz María luz de amor—, —Sueños y esperanzas—, —Reveca—
y —La dicha de ser padre—.
Creo que con este tipo de talento de cada cien hombres, uno tiene, cuyo
esfuerzo fue reconocido y premiado por el Gobierno Autónomo Municipal De
Quillacollo y la Brigada Parlamentaria de Cochabamba el Año 2014.
En todas las obras escritas por
nuestro autor se puede apreciar un profundo dominio de la gramática y la narración y, un profundo
escritor de poesías, quien con mucha paciencia y delicadeza utiliza las
palabras exactas para cada párrafo y/o estrofa, que al momento de leer nos hace
imaginar y ser parte de la misma obra.
El poder escribir nuestra propia
autobiografía, es como pararse al borde del camino por donde estamos caminando,
para saber de dónde venimos y a dónde vamos, si nunca hemos tenido la
oportunidad de escribir nuestra vida en un papel, es como si nunca nos daríamos
la tarea de existir en esta sociedad. Al escribir nuestra biografía, es como
evaluarnos a nosotros mismos, el qué hemos hecho por nosotros mismos y la
sociedad que nos observa y, una vez evaluándonos podremos construir un pilar
fuerte de nosotros mismos, con nuestros sueños y metas que en el presente y futuro buscaremos siempre mejorar.
En esta última el escritor se inspiró
en su propia vida, aquella que refleja en la novela, como si él mismo se viera
en un espejo cada momento que se ponía a escribir, y con las lágrimas en los
ojos empezó a narrar la trágica historia que le tocó vivir a nuestro autor, es
una obra que al momento de leer, uno no termina de entender que puede existir
malevolencia en algunas personas que aunque sean nuestros progenitores pueden
ser nuestros enemigos.
El libro —Con Justina al alcance
de la justicia— es una narración que el mismo autor utiliza para
narrarnos su propia vida, desde su
infancia y sus sueños que con el pasar del tiempo se hacen realizada, la novela
nos cuenta en forma detallada el dolor y
las tristezas que pasó nuestro escritor, para que el lector pueda reflexionar a
lo que están sometidos nuestros indefensos niños.
Espero que la obra nos permita reflexionar
como hijos sobre nuestros padres y, como padres sobre nuestros hijos, del cómo
les estamos educando y qué tipo de amor le estamos dando, porque si nosotros no
construimos la educación en nuestras casas, la escuela será el impulsor del
cambio de la sociedad.