Frente a un gigante invisible
Y otra vez la pregunta: ¿Quién pudiera imaginar que esta tormenta catastrófica, aquel gigante invisible se saldría con la suya?, con su capricho de generar estragos, originar psicopatía en los hombres; al menos así fue cuando en marzo del año dos veces veinte llegó aquella silenciosa tempestad.
Todos
los seres humanos se pusieron en estado de alerta, se estremecieron de miedo
hasta los huesos, hasta los dientes; pero igual, la vida tenía que seguir; y
aquel gigante invisible nos dejó, todavía nos deja el camino de una profunda
reflexión, de conciencia, integración y comunicación en las familias, las
sociedades colectivas. Si antes se encontraban tan distantes la una de la otra,
aunque se hallaban en una misma casa; el factor de aquella tormenta les obligó
a hablar, les instó a realizar actividades que nunca antes habían hecho en
unión familiar; porque cada cual en su propio mundo imaginario se hallaba
perdido, o explorando, como adormecido; y el factor de aquel gigante pudo
romper esas barreras e iniciaron momentos de fraternidad.
La nueva
realidad que surgió desde ese momento, fue para dejar morir al viejo hombre, a
las viejas acciones y costumbres. El inicio de aquella realidad diferente fue
—Para volver a nacer—. Nacer de nuevo en principios y valores humanos e ideales
más sanos, en actitudes recíprocas entre el hombre y la naturaleza, entre el
animal racional y el irracional; armonía mutua entre todos los seres vivos
que habitamos en este planeta azul llamado Tierra.
Las
cosas suceden por algo y, la llegada de este gigante invisible fue para eso.
Aunque el hombre mismo después de todo no quiera asimilar de ese lado; que más
bien se cree una y mil especulaciones, y siga tras versiones falsas, no
verídicas, creencias erradas. Lamentablemente, para esas reacciones ha
preparado el hombre su cerebro, para llenar de esa información no saludable
para la mente humana.
Con
esto, no quiero decir que dejemos de ser prudentes; la prudencia es un
principio humano indispensable, una responsabilidad cabal que se la debe
aplicar cuando tiene que ser así, cuando el cuerpo sienta asecho y peligro de
cualquier ángulo o dimensión existente en el espacio único donde habitamos.
Para
discernir es que el Creador nos dio sabiduría y capacidad de reflexionar, antes
de actuar o dar cualquier paso; pero el ser humano, lamentablemente con su
misma acción y reacción es que está perdiendo esa capacidad, se está
deshumanizando solito, al punto de volverse autómata al realizar alguna
actividad, ya sea de prioridad o cotidiana. Con ello reviviendo al viejo ser, a
la vieja acción; por más que esta nueva realidad en la que todavía vivimos,
haya sido: —Para volver a nacer—; como que no queremos morir a las
viejas acciones; nos aferramos a ella a toda costa, como si eso fuera lo máximo
que poseemos en esta vida. De tal modo que con ella se acrecienta la maldad, la
intolerancia, la incomprensión; la reacción explosiva, a veces difícil de
comprender, complicado de entender aquellos movimientos azarosos, aquellas
reacciones explosivas por poco y demoniacas, por poco y conductas diabólicas
como las que fue de aquella innombrable esquelética alma en pena quien cuando
en vida se hallaba solo con su mirada lograba envenenarnos; era todo, a la vez
nada más que un monstruo viviente que a cada hora cambiaba de rostro lúgubre a
una de fiera y viceversa por esas reacciones y acciones diabólicas por las que
se caracterizaba; y ahora como la de los políticos apostados en diferentes
niveles del Estado y sus secuaces quienes distribuidos como leones rugientes en
las calles de las ciudades capitales caminan, unos de azul, otros de verde y
con chalecos luminosos.
Delincuentes
de azul y/o verde a quienes se los ve caminar en grupos de siete, de ocho,
hasta de doce, con un jefe de por medio quien les da órdenes o recordándoles
cómo deben ejecutar el modus operandi practicado para el día; preparados y
hasta con un vagón recolector de lo robado por detrás. Distribuidos en
escuadrones ubicados en lugares concurridos, puntos estratégicos dentro de la
conglomerada ciudad. Generalmente caminan como bestias con cuernos en el campo
listas para acribillar al indefenso que solo busca ganarse la vida. Cada vez
que las veo, me da cólera, repulsión estomacal y ganas de vomitar en sus...
Lamentable es a diario escuchar de delincuentes que asaltan a
sangre fría, de malhechores que matan sin discernimiento, sin la capacidad de
reflexión, más que con alma podrida. Pero los verdaderos delincuentes, los
verdaderos asaltantes son aquellos de azul, otros ahora camuflados de negro,
como verdaderas legiones de almas en pena que no pueden entrar a los ambientes
del tártaro, cubiertos hasta los rostros ¡claro! Para qué más si no es para que
no se les pueda reconocer en el momento del acto de sus propósitos
delincuenciales, para que no se les pueda identificar en el momento de sus
crímenes de lesa humanidad; quienes a diario son entrenados para aplicar nuevos
modus operandi, y lo peor, escudados en decretos que quitan el derecho a la
vida, ordenanzas que violan el derecho a la sobrevivencia, normas y leyes que
obligan a la desintegración de las familias y sociedades en su conjunto. Estos
que se los inventan sus patrones más expertos todavía en delinquir desde
diferentes ángulos, de arriba y abajo, de izquierda y derecha, de norte y sur;
incluso en todos los diagonales posibles. Ladrones conocidos de derecha,
delincuentes bien reconocidos de izquierda, incluso aquellos forajidos
denominados del centro; estos, aplaudidos por ingenuos de la sociedad por lo
que van a robar frente a sus narices. Aplaudidos como cuando lo fue Barrabás,
el ladrón más famoso en los tiempos cuando a Jesús, el hombre justo, hermano de
los humildes y necesitados le condenaron a muerte de nada en lugar del
anterior.
Estos forajidos mayores que en sus reuniones difíciles de
acceder, pero no imposibles, hablan:
—Con la promulgación de esta ley robaremos mejor.
—Y con la puesta en vigencia de este decreto
asaltaremos bien, sin más dificultades.
—Pero con la sanción de esta ordenanza ahora sí
podremos saquear con más estilo, para tener un poco más en nuestras arcas y
derrochar hasta no poder en nuestros placeres. Al final qué nos importan ellos,
porque no son nada. Y les haremos creer que lo hacemos por el bien de ellos
mismos.
—Es verdad, son ingenuos y se lo creerán todo lo que se les
dice, porque simplemente para eso sirven, no saben leer con detenimiento, menos
discernir, más que dejarse engañar por noticias falsas difundidas ahora en los
masivos medios de comunicación digitales que tienen al alcance, de los que hoy
en día cada uno depende automáticamente ni bien nace.
—Nacen para no ser seres humanos reflexivos sino convertirse en
dependientes de ese aparato tan diminuto que toma el control de sus vidas y,
paralelo a ser adoctrinados autómatas indescriptibles del siglo XXI; mientras
que nosotros no, a menos no al nivel de dependencia en el que ellos se
encuentran.
—Es verdad lo que refieres, compañero. Así como existen
drogodependientes, desde el inicio en este milenio se origina también la
celudependencia.
—Y eso es favorable para nuestros objetivos, ¿verdad?
—¡Vamos bien! Y debe seguir así.
Esos son sus temas de constantes conversaciones en sus reuniones
de planeación para robar. Y lo más espeluznante es que lo hacen en alianza con
los gigantes del capital, estos gigantes del dineralismo que a la vez son
enanos en valores, pigmeos en principios humanos. Imperiosos en el poder
económico, pero miserables en lo moral.
Es triste escuchar que, la lógica de estas logias miserables, las
del poder económico, gigantes de la dominación, sea: "primero los
clientes, luego uno mismo, y en último, si hay espacio en sus vidas para el
tiempo con sus hijos, la familia, el hogar, entonces adelante". Por
esa lógica “de los que van detrás de este haber adquisitivo por encima de
todo” es que se ve la degeneración humana, el hombre que naturalizando la
situación se estrella contra el mismo hombre, incluso hasta matarlo sin piedad,
sin discernimiento de aquel vil acto contra su prójimo por ejemplo, porque simplemente
está adoctrinado a querer más y más por encima de lo que ya tiene, sobrepasando
los valores humanos que ahora no es nada más que una simple utopía, un hito
desconocido lejos de ser alcanzado, un imaginario no concebible para el hombre "actual",
para el de atuendos “moderno”.
Y aquellos que asaltan, aquellos que matan a plena luz del día
en las calles concurridas incluso, son aprendices de estos matones de azul o
negro, de verde o colorido y sus jefes, los delincuentes, los asaltantes
mayores conocidos y reconocidos incluso a nivel internacional porque son de
corbata y cuello blanco, apostados en diferentes niveles de administración
Estatal, amparados en el papel de políticos, planeando de qué manera más pueden
robar de los bolsillos del ciudadano sobreviviente de a pie, por poco y hasta
quitándoles el pan del mendigo, por poco y hasta saqueándole el elixir con el
que se mantiene el de diferente capacidad en su silla de ruedas o muletas.
Claro que de ser políticos no pasan, pero de los podridos hasta el alma en
Quillacollo, Cochabamba y todas partes del país, del planeta, este hábitat que
por esos políticos que han perdido la capacidad de discernimiento es fustigado
en todos sus niveles.
Qué pena que la pandemia no pudo con estos mercenarios, pero sí
con los de a pie que luchan por sobrevivir día a día. ¿Por qué? ¡Por qué tuvo
que ser así! ¿Por qué con estos enanos gigantes no y, con los de a pie sí?
Cuyos
políticos y sus discursos hipócritas el de apoyo al productor local, al
emprendedor de la región; y a la vuelta de la esquina saqueándolo a aquel
emprendedor o productor, bajo la consigna de que ahí no es permitido..., y
todas esas tonterías inventadas; políticos u operadores, pobre de mí si les
digo algo o los miro chueco, es delito para ellos. Mientras que todo lo que me
dicen ellos, debe ser bueno para mí, que debo aguantarme todos sus atropellos
desde diferentes latitudes que me caen como granizos de grueso calibre en la
cumbre. Te pregunto: ¿es justo eso?
O como
las determinaciones de los operadores de justicia en sus diferentes carteras y
sus compinches designados en cada esquina, como dije en anterior oportunidad,
también listos para las acciones más perversas que la humanidad puede ver,
listos para las reacciones lúgubres que un ser humano puede percibir en su
diario vivir. Como yo lo viví aquella época cuando me tocó también esa realidad
negra.
Miradas
ansiosas en cada atardecer, recorridos desesperados en cada amanecer. A la par
de acciones egoístas a cada hora, determinaciones hipócritas cada día, pensados
solo en sí mismos, en este momento en el que vivimos en un tiempo donde no hay
tiempo. Qué ironía del tercer milenio.
Todavía
esta tormenta no ha pasado. Todavía va causando tristeza y desesperación en
muchos seres humanos alrededor del mundo; porque simplemente les encontró
desprevenidos, en un momento de imprudencia; aunque ya los grupos de
investigadores, los conocedores del origen de esta tormenta, después de
sacudirse la cabeza por días y noches enteros durante más de un año, por fin
encontraron el antídoto provisional para contrarrestar, o por lo menos paliar
los efectos de su naturaleza; aquello que al inicio, a gritos pedía la misma
humanidad que encontrasen.
Ahora
que encontraron, esa misma humanidad no responde, más bien prefiere seguir la
línea especulativa de miles otros hombres no seres humanos de verdad; de
autómatas deshumanizados que solo buscan crear más confusión y zozobra a fin de
entretenerse y satisfacer sus placeres carnales. Al punto de perder valor y
principio humano. Para eso tienen suficiente capacidad y tiempo; al grado de
convertirse en ángeles de Lucifer, los mismos demonios del siglo XXI divagantes
en la Tierra. Solo eso me queda decir con profunda tristeza
Leviatán
está mala-maniobrando con gran poder y conocimiento de causa, utilizando a los
mismos seres humanos para confundirlos y hacerlos pelear entre sí. Ese es su modus
operandi de aquel ser abominable. Pero el ser humano debe discernir y no
dejarse atrapar por esas acciones y reacción; no convertirse en un ser
especulador, instrumento humano de aquel ser maligno.
Es mi
forma de ver y reflexionar para contrarrestar malas acciones, cuales campean en
estos tiempos donde todavía aquella tormenta está viva como el fuego. Cuando
todavía su naturaleza es funesta, repito una vez más.
Cuántas
veces he tenido que morderme los labios y reprimir lágrimas. Porque el dolor me
visitaba en la parte afectada de la cabeza con crueldad. Cuántas veces más, el
mismo Satán continuó con sus planes de perturbar mi paz interior en mi proceso
de recuperación; cuántas veces utilizó a diferentes personas lejanas o cercanas
a mí, para intentar causar estragos en mi vida en estos últimos tiempos,
personas lejanas o cercanas a mí, transformadas en instrumentos de aquel ser
aborrecible, individuos que no consideraron mi condición, mi estado de salud,
más que la intención de querer lastimarme y derrumbarme; personas que se han
servido como instrumentos de perturbación y zozobra en mis días grises y
claros; humanos manipulables como el juguete de un niño que aprende a pararse y
caminar.
Ni
aquella esquelética alma en pena ha dejado de perturbar mi paz interior en mis
días de recuperación.
—¿Viste
lo que te hicieron esos a quienes decías que te ayudaban? ¿Te miras cómo estás
ahora? No puedes ni pararte, y menos correr ni agarrar cosas. Ahora también me
dirás que es mi culpa la condición en que estás.
—¿Y no
es tu culpa? ¿Ni aún de haberte convertido en esquelética alma en pena no
aceptarás haber cometido tus macabras acciones por las que ahora yo estoy así?
—cuestioné con dureza.
—Yo no
moví ni un dedo para que estés así, entonces, no me vengas con que es mi culpa;
cúlpales a esos que decían ayudarte, porque por acción de ellos estás así —me
contestó, en son de defensa propia, en pro de tapar sus acciones negras.
—¡Alma
en pena!, ¡vete de aquí!, ¡desaparece de mi vista, deja libre este espacio que
ya no te pertenece! No vuelvas más, márchate a donde perteneces, al abismo —le
ordené con voz de mando—. Simplemente esfúmate, no contamines más con tu
macabra presencia este lugar de paz para mi recuperación.
Momentos
de desesperación, efímeros pasaron frente a mí; pero igual sigo de pie, con
mucha fortaleza, con vigor para seguir llevando mis mensajes de fe y esperanza
para aquellos que quieran conservarse como seres humanos de verdad.
Por
encima de todo lo que he vivido y me falta por hacerlo en estos últimos
tiempos, hoy quiero sonreír para ti y contigo, porque te lo mereces, por ser
paciente conmigo al leerme lo que te conté. Quizás en algunos momentos te hice
emocionar, te saqué lágrimas; en otras también estoy seguro que reíste, aunque
sea un poco. Por todo ello es que quiero regalarte mi sonrisa, en este día que
para mí es especial.
A dos
años y un poco más desde que inició aquella tormenta; y a un año y medio de mi
lucha por conservarme en vida tras aquella batalla; hoy, 18 de abril, del año
veinte veintidós, es un día especial, un día de fiesta para mí. Cumplo el
trigésimo sexto año de mi nacimiento. Para unos todavía muy joven por una
razón. Para otros ya muy mayor por otra situación. Como que hasta yo ya me
convencí con la segunda opinión, que espero me entiendas a qué me refiero.
Revivir
la ilusión, hacer despertar la emoción y todo lo que concierne al sentimiento
humano; a veces siento que perdí la capacidad, o simple y tristemente la maté,
o se murió solita dentro de mí.
A veces
pienso de forma radical que no fui hecho para esa faceta maravillosa de la
vida, que, si en algún momento sucedió, fue un simple imaginario, un simple
espejismo de mi “yo interior” en aquella persona que al final simplemente se
fue, se esfumó de este mundo, justo en el momento más crudo de mi existir.
Pero la
vida sigue, y continuará para mí, hasta donde así lo decida el Soberano. Por
eso, quiero celebrar, contigo este día especial, este trigésimo sexto
cumpleaños, que, para mí, ya es toda una vida, con caídas y levantares, con
fortalezas y debilidades. Con aciertos y desaciertos inesperados. Con sonrisas
en la mirada y tristezas en el corazón a veces. De todos ellos y más, siempre
hubo algo bueno que rescatar, algo agradable que conservar. Las lecciones de
vida, las directrices para dar con el siguiente paso; también capacidad para
mantener viva mis sueños de ver un mundo mejor, a pesar de Satán y sus acciones
que me asechan en cada esquina, en cada colina o cumbre alta de la vida.
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