Mi buena y por años desaparecida Silegul
Recordarás que a modo de abreviación así me placía llamarte «Silegul», porque pronunciar «Silegulaurita» era muy tendido, y me acuerdo que te gustaba que te llamara así; ¡qué tiempos aquellos! ¿no es verdad? Entonces te darás cuenta quien te envía esta correspondencia.
De ahí aquí han transcurrido muchísimos años, para mí, una eternidad, un recorrido sin final ¿sabes? Siempre quise volver a saber de ti, muchas veces te busqué por lugares donde frecuentábamos, aquella plaza, la esquina de las palomitas de maíz aquel atardecer, ¿recuerdas aquella rotonda cerca de donde vivías? Ahí me consolabas, me animabas; ahí volví a buscarte y no te hallé, muchas veces solo me senté en esos lugares para consolarme no con otro sino tus recuerdos que los mantenía vivos cuando mi corazón se encontraba triste, o mi ser en penuria, cuando solo necesitaba un abrazo, uno en especial tuyo.
Es increíble referir esto y más, digo
más porque si en persona no pude volver a verte más, muchas veces en mis sueños
me visitaste, en ese estado me consolaste, en esa forma de expresar la vida
secaste mis lágrimas, ¿Puedes creer que hasta curaste las heridas de mi ser en
la orilla de un arroyo?; no puedo evitar relatarte esto, porque fue lo más
sublime que experimenté, es la mejor expresión el recordar de mi corazón en
este momento esa acción.
Así el tiempo fue pasando, y mi
esperanza de verte, aunque sea por un segundo más en mi existir, en mi ser se
fue difuminando, paralelo a eso mi salud también se agravó.
Ni yo pensé que eso sería así; lo demás
ya supiste, de alguna manera llegaste a saber de mí, eso me alienta, reconforta
a mi espíritu visionario, vivifica a los latidos de mi corazón soñador, ahora
compungido por las tantas desventuras que he sobrellevado estos últimos
tiempos, de entre todas, la principal, aquella batalla cruenta que me tocó
pelear hace poco, y desde ahí para aquí la realidad es distinta para mí,
aquella que no me queda más que aceptar, aceptar que la vida sigue. ¿Cómo puedo
decirte?, ¡cómo puedo contarte?, todo ha sido muy difícil; enfrenté toda
circunstancia siempre con una sonrisa, poderosa arma que, desde pequeño me
acompaña, a quien la cuido como lo más sagrado de mi existencia.
Entonces, trato de mantener aquella
sonrisa que me caracteriza como un ser humano fortalecido por encima de las más
crudas situaciones, aquella que solo yo puedo mantener a mi estilo por senderos
que debe encaminarse hacia la tranquilidad, hacia la conservación de mi paz
interior por mi nueva realidad que me toca ahora más que todo sobrellevar.
¿Sabes? Me siento muy feliz por haber
recibido tu mensaje, tanto que supera a la felicidad por mis cumpleaños, que,
por cierto, muchas gracias por tu anticipada felicitación por este día especial
para mí.
¿Te puedo decir algo más, Silegul? Tengo
tanto que referir, pero mejor sabrás leyendo el libro cuyas páginas narran mi
historia, describen las tantas batallas que he peleado, todas aquellas que he
vencido. ¡Además del libro cuyos capítulos fueron inspirados en cada mirada, en
cada palabra pronunciada por ti, aquellas que fueron bálsamo para mi ser en
esos momentos de detrimento! ¿Puedes creer que fuiste sublime en esos momentos
para mí? Hasta el día de hoy todavía conservo aquel detalle en mil colores que
tú misma hiciste, y para darle el toque final estampaste tu firma bajo el nombre
que inventamos para ti, «Silegulaurita», aquel nombre que solo tú y yo lo
sabemos, y así será hasta el día que nos toque partir de este mundo. Aquel
detalle es mi mayor tesoro para mí hasta el día de hoy, es la joya preferida;
solo quería que sepas eso más.
Simplemente te desapareciste después de
aquellas acciones sublimes que por mí manifestaste ¿lo demás para qué te
cuento?, leyendo el libro que te dedico seguro llegarás a saber adecuadamente
qué sucedió conmigo en tu ausencia.
Silegul, me alegra saber que tienes la
vida hecha, me regocijo sabiendo que hayas formado tu hogar; aunque a la vez de
por sí siento una punzada en mi pecho al ver detenidamente la postal en la que
posas, parece que no eres del todo feliz, de por sí veo en tus ojos clamando por
justicia y paz como una vez hice yo, de por sí veo que también tienes un
corazón acongojado, ¿qué te está pasando? ¿Cómo realmente te encuentras? Espero
que mis ojos se estén equivocando al ver lo que no espero para ti.
Ante esta situación mi único consejo de
corazón exclusivamente para ti, es:
«Conserva a tu familia en amor y
comunión, en amor que nos enseña a cultivar el Soberano es mejor, porque es el
más sano y sublime, así como debes estar en armonía con quienes te aprecian. La
comunicación es primordial para conservar una sana sociedad después de la
familia; no dejes que nada ni nadie destruya la virtud comunicacional en tu
entorno».
Sin más, me despido con un «hasta
pronto, Silegulaurita»; ahora estaré más tranquilo, porque al fin llegará a tus
manos lo que tanto desee que llegara desde aquella tarde de septiembre cuando
la primavera despertaba con la oleada de las flores en los campos.
Atentamente…
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