Ante la señora coqueta
Extraño me siento, porque
una vez más la señora ésta con sus atuendos pudorosos hace unas horas me
flirteó por quinta ocasión solo en este año.
Recuerdo que la primera vez se manifestó con su coquetería justo cuando el año marchaba en sus primeras horas del día uno, fue fatal su manera de manifestarse aquel atardecer de domingo.
Luego, intentó conquistarme
aquel sábado, 11 de marzo a las 8:00 antes meridional; se paró frenética
delante de mí sin dejarme avanzar más hasta casi dejarme inconsciente solo con
su gesto bañado en tetrisismo al final.
Por tercera vez, no
convencida de dejarme ir tranquilo, volvió a manifestarse más coqueta todavía,
también un domingo como en la primera ocasión, cuando septiembre se encaminaba
en su tercer día; ni ahí logró con su cometido. Será porque no la quiero, no me
atrae en ninguna postura, no todavía.
Y la cuarta vez fue aquel
miércoles, 18 de octubre justo al mediodía. De repente se apareció y el paso
sin titubeos me cerró, con tal frenetismo que por segundos inconsciente me
dejó. Tras esos segundos y de haber recuperado conocimiento: «estoy bien,
¡estoy bien! Ayúdenme a pararme, es lo único que les pido» recuerdo haber
gritado con todas mis fuerzas.
Al final, en ninguno de sus
coqueteos durante el año logró con su propósito.
«¡Ay… señora! Tanto te encaprichas conmigo en querer conquistarme, ¿por qué de una vez no logras con tu cometido? ¡O bien déjame en paz! Que yo no te quiero, todavía no».
Asustado no estuve por
dichos coqueteos, no le di lugar al susto, cómplice de esa señora… sí, recién
al par de horas transcurridas un poco adolorido por su frenético impacto contra
mí, pero con el transcurrir de los días pasó, a la par que la tristeza en ese
momento me invadió, no por el dolor que sentí, sino por la situación que por
cuarta vez en este año afronté. ¿Cuántas más será hasta el final cuando por
voluntad soberana deje que me conquiste? ¡Ya no quiero esos coqueteos, ya no de
esa manera y menos de esa señora!
«¡Ay… señora coqueta!!! No
pudiste arrastrarme a tus antros aquel día, y a sus dos noches, por quinta vez
seguiste coqueteándome en sueños ya también. ¡Qué siempre te traes conmigo que
no quieres dejarme en paz ni cuando duermo?»
Me refiero a: (la señora
muerte), quien casi me arrastra a sus aposentos en esos cinco intentos.
Ahora, ¿no es para sentirse
extraño el encontrarse en esa realidad?
Juzgue. La respuesta a esa
pregunta, seguro está en tus manos. ¿O es en tus extraños labios?
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