¿Qué…, por qué?
Al final de la tarde y en mi estadía potosina, cuando me
dirigía a servirme un café para calmar el frío por las lluvia con nevada en la
región, de tiempo y sorpresivamente me encuentro con una dama apasionada por la
lectura, llevaba un libro en la mano, nos saludamos, tras una breve
conversación de reconocimiento, le comenté mi propósito de aquel momento. La
invité a tomar el tan ansiado café, porque de verdad hacía mucho frío. Aceptó,
entonces entre plática y plática, nos dirigimos a una cafetería conocida en la
ciudad.
Ya de encontrarnos en la cafetería sirviéndonos, en la interacción comunicacional, en algún momento con claro interés ella me preguntó:
—Por cierto, quisiera preguntarte algo. Quise hacerlo en
aquella oportunidad, pero no tenía bien formulada la pregunta, ahora sí: ¿Qué
es lo que más te apasiona de escribir libros?
—¡Ah, oh!, muy profunda la pregunta. Original al mismo
tiempo «¿Qué me apasiona más de escribir libros?»
»¿Cómo responder? ¿Qué palabras usar? Estoy seguro que
estas que a continuación vienen, son las acertadas: Me apasiona ver vivos a los
personajes de mi creación literaria, la mayoría de ellos existentes en la vida
real. Me apasiona verme a mí mismo liberándome en cada uno de ellos,
desahogando penas y dolor causados desde mi infancia en mi alma. Cada personaje
es reflejo de quién soy ahora, ver eso me apasiona. Me hice escritor desde muy
joven, desde colegio, recuerdo en el curso mis compañeros me hacían bullying
por verme con un cuaderno aparte donde había empezado a escribir una historia.
Además de llevar libros y leer en los recreos, cosa que nadie más lo hacía, por
todo eso me trataban de “el filósofo loco” “el soñador perturbado con ser
escritor”, y más sobrenombres. Recordar esos momentos al rato de escribir,
me apasiona, porque después de todo mi sueño de escribir un libro y publicar
fue realidad. Y cada libro escrito hasta ahora, que por cierto, son 11 entre novelas,
cuentos, relatos y más, refleja alguna faceta, algún pasaje de mi existencia.
Ver eso al momento de seguir escribiendo más historias siempre basadas en
hechos de la vida real, en mí realidad, me apasiona. Cada libro de mi autoría
es como si mi hijo fuere, de quien su corazón late a mil por hora, quizás más.
—Comprendo —intervino a mi explicación con una simple
palabra.
—En una oportunidad alguien también me preguntó: «¿Por
qué eres escritor?» y mi respuesta fue sencilla «soy escritor porque tengo la
necesidad de narrar, y seguir contando mi historia. Por la necesidad de
desahogarme. El escribir para mí es como conversar con alguien y contarle mis
emociones, mis sentimientos, eso es apasionante».
—Me asombra, en verdad me hace pensar al mismo tiempo.
—Ufff… Hay mucho por desgranar de cómo ingresé al mundo
de la escritura. Sin embargo, con estas pocas palabras, creo que está muy bien
resumida mi pasión por escribir.
—¡Wow, de verdad, es sorprendente! —se asombró—. No pensé
que la escritura podría ayudar tanto. Entonces por lo tanto usted consideraría
que encontró su propósito? —Enseguida me preguntó.
—Es así, apreciada y bella dama, en mi caso sí fue una
fuente de ayuda en lo…, cómo te explico «en lo emocional, en lo psicológico, en
lo espiritual y hasta en lo físico».
»Por otro lado y, sí, encontré mi propósito, aquello que
venía buscando desde 2003, año en el que mi situación de salud se agravó.
Recuerdo que en esos tiempos quienes conocían mi situación de salud desde casi
mi nacimiento, me animaban, me alentaban, una de esas personas que me alentaba
era mi maestra justamente de lenguaje y comunicación, ella en una inesperada
oportunidad refiere estas palabras:
»«Dios tiene un plan, una misión, un propósito muy
especial para ti, por eso no moriste en aquel intento de asesinato, aunque
ahora tu salud no esté del todo bien, entonces no te rindas sigue adelante», me
dijo la maestra. De esa manera, aferrado a esas palabras buscaba mi propósito,
quería saber cuál era la misión reservada para mí.
—Seguramente fue así, no habría por qué dudar.
—Ya un año antes me había inclinado a la literatura,
tenía la necesidad de escribir una historia ajena a la mía, trataba sobre 'una
familia buena'. Por esa historia que escribía mis compañeros de curso en
colegio me trataban de 'filósofo loco' y más sobrenombres. Bueno, con el pasar
de los años publiqué mi primer libro, eso específicamente ya en 2012.
»Cuando seguían pasando los años, recordarás que en 2020
se vino una pandemia, la Covid-19, con esa pandemia mi salud se agravó todavía
más, no me lo esperaba, justo en esos días difíciles para el mundo entero,
volví a ingresar a cirugía de la cabeza como cuando había ingresado de bebé
también por complicaciones surgidas en mi cabecita tras aquel atentado contra
mi vida. En 2020 casi me pierden, comentan quienes hicieron el seguimiento.
—Pero ganaste, y ahora estás de pie para contarlo.
—Es verdad. Cuando salí de esa nueva cirugía todo mi
cuerpo terminó en parálisis, estuve en silla de ruedas, ahí mis parientes,
amigos y colegas escritores venían a visitarme a la casa, me alentaban diciendo
que ellos estaban conmigo, me traían donaciones, víveres y más cosas, uno de
ellos también libros recolectados de entre colegas autores de casi todo el
país, veía las cajas de libros en mi cuarto, y me preguntaba qué iba a hacer
con tanto material.
»Claro, tenía que monetizar, pero no podía pararme,
estuve postrado en cama, o en silla de ruedas. En eso una noche como en un
sueño, una visión me doy cuenta que mi misión, mi propósito era ser escritor,
que a través de mis escritos debía llevar mensajes de esperanza para grandes y
peques, ser testimonio con mi vida misma. Aunque claro, ya venía haciendo eso
desde que se había publicado mi primer libro en 2012.
—¿De verdad?
—Sí. Extrañamente aquellos años a mí venían estudiantes,
incluso madres o padres de familia para pedirme consejos, al igual que
maestros, me contaban sus historias a veces hasta con lágrimas. Y de por sí de
mis labios salían también palabras de consuelo, de esperanza, de ánimo para sus
vidas. Hasta entonces no me había dado cuenta que mi misión, mi propósito ya
estaba en ejercicio.
—Me asombras.
—¿De verdad?
—Sí.
—No sé qué expresar, tal vez decirte que de ese modo no
me di por vencido de quedarme postrado en cama o silla de ruedas, aunque mis
colegas y familiares veían eso, para ellos mi destino había cambiado
tristemente a quedarme de por vida en silla de ruedas. Me esforcé con terapias
y todo eso hasta el día de hoy, camino apoyado en un báculo por las
dificultades que tengo para trajinar.
»Hay dos libros que narran netamente mi historia, cómo he
ido venciendo tantas batallas, específicamente del por qué aquel intento de
asesinato, qué había detrás de verme muerto tras mi nacimiento, he investigado,
al final surgieron 2 libros, estoy escribiendo una tercera parte, sobre
situaciones que me siguen pasando en estos últimos dos años. Los dos anteriores
libros me encantarían obsequiarte en formato digital, o sea, libro electrónico
para celular, me permitirías? Con dedicatoria incluido.
—En verdad, me quedo sin palabras al escucharte. No creí
que fuera tanto así las luchas que sobrellevaste y lo sigues haciendo hasta
hoy. Lo tendré en mi memoria, cada que me encuentre en dificultades, me
acordaré de tu historia, y me pararé para seguir adelante. ¡Y claro que sí!
Acepto el obsequio. Para mí será un honor leer más a profundidad tu historia
plasmada en esos libros.
—Bueno, lo hago entonces. Por cierto, estos días me
encuentro aquí en la ciudad de Potosí, compartiendo experiencias con artistas
potosinos en otros campos del arte, entre ellos llegaron expositores de Tarija.
—Ah, oh! Genial! Me encanta el arte.
—Qué bueno, a mí también. Me agradó desahogarme
respondiendo a tus inquietudes, espero lo haya hecho bien. Ahora sí, debo irme,
¡hasta pronto!
—Hasta otra oportunidad, señor escritor.
Fue nuestra despedida y abandonamos aquel local tras
beber el último sorbo de café.

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