Mi Corazón sangra
Otra vez enceguecido, no sé dónde ando,
la oscuridad se apoderó de mis ojos,
vil manto negro entre secos marojos
no es otra cosa en mí sino el llanto,
y aquel dolor causado en mi pecho, no sé hasta cuándo.
Caminé cegado por el mal, mi imaginario,
con mi alma elevada al cielo en clamor,
y esto se convirtió en rutina, en mi diario;
otra vez estoy llorando, ¡tengan piedad por favor!
Para mi alma afán de paz, en el santuario.
Mientras caminaba me tropecé,
sin darme cuenta lo que en mi delante alcancé,
fue una gran espina que a mi pecho atravesó,
sin piedad un horrible dolor causó.
No puedo sacarme esa espina,
cada que lo intento
mi corazón sangra de una esquina,
y me siento como si me llevara el viento.
Mi corazón sangra y es mucho,
no hay voz de consuelo que escucho,
mientras me hallo en el umbral de la muerte,
esquizofrenia es en mí, por el dolor tan fuerte.
¡No puedo más! No puedo más en esta vida
para mi ser, para mi alma ya no hay cabida,
os pido por favor, ¡déjenme iniciar mi partida!
Tal vez no he logrado alcanzar mi sueño, mi meta,
por eso solo les pido por favor, préstenme un arcabuz.
No sirvo para otra cosa sino un objeto,
juguete de muchas aquellas, un vil sujeto.
Creo que soy un ser humano también, y si no, eso intento,
mas el dolor es muy fuerte, y mi pecho se desangra,
sin piedad, poquito a poco me estoy muriendo.
Por eso, para no causar más penas,
denme un sedante para mis venas,
que mi corazón deje de latir, ¿acaso es pedir mucho?
La voz de mi ángel se ha ido, ya no escucho.
¡Oh ángel maldito! Creí que eras de la luz
pero mira que viniste de la oscuridad,
me torturaste con tanta crueldad,
y te fuiste cargando en mí aquella cruz.
Una cruz tan pesada, difícil de llevar,
el cansancio me ganó, las fuerzas me dejaron,
no tuve otra cosa que sentir, de mí se olvidaron,
me tropecé y dejé en mi pecho la espina clavar.
¡Oh ángel maldito! ¿Tú que ahora me reclamas?
Después de haberme hecho esto disfrazada,
ángel del demonio, cruel que llevas almas,
conmigo no pudiste, pero me heriste con esa espina.
Si de esta no me salvo, porque pierdo fuerzas,
descansaré en paz, entre flores marchitas,
entre pétalos desgastados,
y los lirios abandonados.
Por fin veo la oscuridad,
por fin mi corazón deja de latir,
de mí nadie tuvo piedad,
no tuve con quien más combatir.
Me voy, ¡me voy triste de esta vida!,
porque para mí no hubo ya más cabida;
en mi agonía, veo una gran subida,
ahí se acaba para mi alma la vida.
Por obras y manías de aquel ángel negro,
que sin reflexiones, se aprovechó de mí,
me esgrimió hasta la última gota de sangre
que brotó de mi corazón herido.
Efraín Muyurico Alaka
Autor
Noviembre de 2016