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sábado, 10 de junio de 2023

Inevitable

Inevitable

Con seres del más allá


En aquel momento a dicha esquelética alma en pena le escoltaban un par de ángeles de Lucifer; me mira fijo al momento de acercarse a mí, entonces me doy cuenta que no solo le acompañaban aquellos dos ángeles negros, sino que, detrás de ellos venían también aquellos demonios azules de las siete mares, quienes eran en mismo número, siete; con ellos conversaba aquella alma en pena, que para mí ya no era nada más que horrible recuerdo.

Además de aquellos siete demonios y dos escoltas, entre ellos también veía a otros dos seres con aires de oscurantismo, otros dos seres sombríos hasta en sus formas de mirar. ¿Quiénes eran? No me acordaba de ellos ni el mínimo detalle. 

—¿No te acuerdas de mí? —Entonces me preguntó uno de ellos en tono frívolo—. Efraín, a ver intenta hacer memoria. 

Trataba de recordar aquel tono de voz, ¿Dónde la había escuchado? ¡Y hace cuánto!  

—¡No sé quién eres, no te recuerdo, ni me interesa! —Sin preámbulos en el asunto respondí. 

—¿De verdad no recuerdas? ¿O te haces al que no recuerda recordando a la perfección? —La otra figura maligna también habló en ese momento.

—Acabo de indicar que no recuerdo. ¿Qué más debo expresar para que entiendan eso?

—¿Recuerdas que tu madre te contó haber sufrido un intento de envenenamiento en aquel tiempo cuando todavía era joven y te tenía a ti como su única fuente de fortaleza? —Volvió a manifestarse el primero en su intervención.

—Claro que recuerdo —respondí con firmeza en mi voz—. ¡Qué tiene que ver ese hecho contigo! ¡Quién demonios eres! 

—Somos los artífices de aquel hecho —detalló sin pelos en la lengua, otra vez la segunda figura diabólica—. Tu tía Rosa y tu abuelo. . . 

—¡Ah! No digan más —Antes que terminara de hablar, simplemente le interrumpí—. Ya sé quiénes son ustedes, y, a decir verdad, esa esquelética alma en pena que más parece una figura esquelética flotante en el abismo, arrastrada por las huestes de la maldad, servil ad honoren del mismo Leviatán, salió idéntica a como cuando fuiste en vida, obtuvo tus dotes a cabalidad, tus rasgos y, para finalizar, actuó con la misma mirada demoniaca como lo hiciste tú mal llamado abuelo, y tú, tía sin alma cuando en vida eras, además de ser su inmediato cómplice de aquella ahora sombra maldita, ambos abominables seres ahora en el más allá. 

No quería escuchar más de aquellos seres con aires de oscurantismo, ni por compasión, porque causaba no otra sino repulsión en mí. 

—Sólo quiero que sepas que sí, mi intención era eliminar a tu madre de la vida de mi hijo, porque no era para él. 

—¿Y qué de mí? ¿Acaso no contaba mi existencia? ¡Inmundo ser del infierno! ¿No reflexionaste qué pudo haber pasado conmigo después de tu propósito con mi madre? Claro, un ser diabólico como tú, qué va a saber de discernir ante estos hechos.

—De alguna manera, tenías que morir también, pero la muerte fue más débil y le ganaste. Lo mismo que tu madre, que antes de ingerir aquel preparado, se dio cuenta y lo echó a perder, arruinó el plan de exterminio —Como si nada refirió la segunda voz, en tono de lamento y sollozos.

—¿Y no tienen vergüenza de confesar sus acciones de oscurantismo? ¿Están aquí para decírmelo como si nada? —Me invadió el coraje. Tenía ganas de estrangularlos a los dos en ese momento, pero no podía, porque simplemente ellos eran una más de las almas condenadas en el Averno—. ¡Apártense de mi lado, espectros del infierno! Que no me interesa más oírlos, otros hijos del Demonio. ¡Regresen a donde pertenecen! 

No podía creer que estuviera ahí Mariano, aquél ser diabólico, padre de quien no merece que le llame de la misma forma, y Rosa su hija, ambos confesándose en mi presencia sus más viles acciones. Me acordaba de él y ella, y la primera etapa de mi infancia a su lado que lamentablemente me tocó vivir por la ingenuidad de mi madre. 

—Solo deseábamos que supieras, para que no haya más especulaciones de si fue o no fue y, por qué fue. De hecho, con anticipo declaré ese mismo testimonio ante personas que dicen apreciarte, antes de partir a este lugar donde ahora es mi descanso eterno, aunque tormentoso a la vez como se me fue advertido allí en la tierra.  

—¿Y por qué me lo dices a mí? ¿Por qué ahora? —Con una ira que no podía controlar, volví a preguntar. La furia pregonaba en mis ojos en aquel momento. Inevitable reacción.

—Porque no habrá otro momento mejor que este, además para apoyar a mi hijo que ahora también pertenece a este lugar, pero no puede ingresar por un inconveniente que ya sabes. 

—¿Me estás diciendo que le perdone, para de esa manera aliviar un poco el peso de sus maldades que carga en la espalda?  

—Tú entiendes ¿Verdad? —Intentó persuadirme la segunda voz.

—No, y no quiero entender. ¡Apártense de mí vista he dicho! ¡Fuera de aquí! 

—Está bien, nos vamos —alertó la primera voz. Quien se lamentaba también—. Pero antes debes saber algo más.

—¿A sí? ¿Y qué es, ah? ¡Qué más tendría que saber de inmundos seres como ustedes! —pregunté.

—Debes saber que él nunca estuvo enfermo, —Entonces refirió el segundo espectro—. Ese cuento de enfermedad en sus pulmones y otros órganos fue un invento para liberarse de responsabilidades, y le resultó, logró engañarles a ti y tu madre, incluso al entorno social que los rodea, cuento inventado bien acertado. 

—¿Creen que a mí me engañó?, no, yo desde que tenía uso de razón supe que él no estaba enfermo de nada, que solo fingía adolecer, por poco hasta se revolcaba queriendo hacer aparentar dolor o enfermedad. Quizás a mi madre y mi entorno sí logró engañarlos; y peor, logró que mi madre le socapara, la ha manipulado a su gusto como si ella fuera un objeto cualquiera, al extremo de mancillarla con placer, de la manera más inicua posible. Me da pena y, hasta rabia por eso; muchas veces quise hacerle dar cuenta de todo eso a mi madre, pero no resultó. Y aquel conglomerado tampoco pudo hacer mucho.

—Entonces quedan en claro las cosas. Ahora nos vamos ante un vil fracaso de nuestro objetivo para este momento. 

Y aquellas sombras negras simplemente se transformaron en polvo y por la brisa fueron esparcidos hasta desaparecer en el firmamento.

(Extraído de mi libro . . . para segunda edición) 

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