Inevitable
Con seres del más allá
En aquel momento a dicha esquelética alma en pena le escoltaban un par de ángeles de Lucifer; me mira fijo al momento de acercarse a mí, entonces me doy cuenta que no solo le acompañaban aquellos dos ángeles negros, sino que, detrás de ellos venían también aquellos demonios azules de las siete mares, quienes eran en mismo número, siete; con ellos conversaba aquella alma en pena, que para mí ya no era nada más que horrible recuerdo.
Además de aquellos siete demonios y dos escoltas,
entre ellos también veía a otros dos seres con aires de oscurantismo, otros dos
seres sombríos hasta en sus formas de mirar. ¿Quiénes eran? No me acordaba de ellos
ni el mínimo detalle.
—¿No te acuerdas de mí? —Entonces me preguntó uno de
ellos en tono frívolo—. Efraín, a ver intenta hacer memoria.
Trataba de recordar aquel tono de voz, ¿Dónde la había
escuchado? ¡Y hace cuánto!
—¡No sé quién eres, no te recuerdo, ni me interesa! —Sin
preámbulos en el asunto respondí.
—¿De verdad no recuerdas? ¿O te haces al que no
recuerda recordando a la perfección? —La otra figura maligna también habló en
ese momento.
—Acabo de indicar que no recuerdo. ¿Qué más debo expresar
para que entiendan eso?
—¿Recuerdas que tu madre te contó haber sufrido un
intento de envenenamiento en aquel tiempo cuando todavía era joven y te tenía a
ti como su única fuente de fortaleza? —Volvió a manifestarse el primero en su intervención.
—Claro que recuerdo —respondí con firmeza en mi voz—.
¡Qué tiene que ver ese hecho contigo! ¡Quién demonios eres!
—Somos los artífices de aquel hecho —detalló sin pelos
en la lengua, otra vez la segunda figura diabólica—. Tu tía Rosa y tu abuelo. .
.
—¡Ah! No digan más —Antes que terminara de hablar,
simplemente le interrumpí—. Ya sé quiénes son ustedes, y, a decir verdad, esa
esquelética alma en pena que más parece una figura esquelética flotante en el
abismo, arrastrada por las huestes de la maldad, servil ad honoren del mismo
Leviatán, salió idéntica a como cuando fuiste en vida, obtuvo tus dotes a
cabalidad, tus rasgos y, para finalizar, actuó con la misma mirada demoniaca
como lo hiciste tú mal llamado abuelo, y tú, tía sin alma cuando en vida eras,
además de ser su inmediato cómplice de aquella ahora sombra maldita, ambos abominables
seres ahora en el más allá.
No quería escuchar más de aquellos seres con aires de
oscurantismo, ni por compasión, porque causaba no otra sino repulsión en
mí.
—Sólo quiero que sepas que sí, mi intención era
eliminar a tu madre de la vida de mi hijo, porque no era para él.
—¿Y qué de mí? ¿Acaso no contaba mi existencia?
¡Inmundo ser del infierno! ¿No reflexionaste qué pudo haber pasado conmigo
después de tu propósito con mi madre? Claro, un ser diabólico como tú, qué va a
saber de discernir ante estos hechos.
—De alguna manera, tenías que morir también, pero la
muerte fue más débil y le ganaste. Lo mismo que tu madre, que antes de ingerir
aquel preparado, se dio cuenta y lo echó a perder, arruinó el plan de
exterminio —Como si nada refirió la segunda voz, en tono de lamento y
sollozos.
—¿Y no tienen vergüenza de confesar sus acciones de
oscurantismo? ¿Están aquí para decírmelo como si nada? —Me invadió el coraje.
Tenía ganas de estrangularlos a los dos en ese momento, pero no podía, porque
simplemente ellos eran una más de las almas condenadas en el Averno—. ¡Apártense
de mi lado, espectros del infierno! Que no me interesa más oírlos, otros hijos
del Demonio. ¡Regresen a donde pertenecen!
No podía creer que estuviera ahí Mariano, aquél ser
diabólico, padre de quien no merece que le llame de la misma forma, y Rosa su
hija, ambos confesándose en mi presencia sus más viles acciones. Me acordaba de
él y ella, y la primera etapa de mi infancia a su lado que lamentablemente me
tocó vivir por la ingenuidad de mi madre.
—Solo deseábamos que supieras, para que no haya más
especulaciones de si fue o no fue y, por qué fue. De hecho, con anticipo
declaré ese mismo testimonio ante personas que dicen apreciarte, antes de
partir a este lugar donde ahora es mi descanso eterno, aunque tormentoso a la
vez como se me fue advertido allí en la tierra.
—¿Y por qué me lo dices a mí? ¿Por qué
ahora? —Con una ira que no podía controlar, volví a preguntar. La furia
pregonaba en mis ojos en aquel momento. Inevitable reacción.
—Porque no habrá otro momento mejor que este, además
para apoyar a mi hijo que ahora también pertenece a este lugar, pero no puede
ingresar por un inconveniente que ya sabes.
—¿Me estás diciendo que le perdone, para de esa manera
aliviar un poco el peso de sus maldades que carga en la espalda?
—Tú entiendes ¿Verdad? —Intentó persuadirme la
segunda voz.
—No, y no quiero entender. ¡Apártense de mí vista he
dicho! ¡Fuera de aquí!
—Está bien, nos vamos —alertó la primera voz. Quien se
lamentaba también—. Pero antes debes saber algo más.
—¿A sí? ¿Y qué es, ah? ¡Qué más tendría que saber de
inmundos seres como ustedes! —pregunté.
—Debes saber que él nunca estuvo enfermo, —Entonces
refirió el segundo espectro—. Ese cuento de enfermedad en sus pulmones y otros
órganos fue un invento para liberarse de responsabilidades, y le resultó, logró
engañarles a ti y tu madre, incluso al entorno social que los rodea, cuento inventado
bien acertado.
—¿Creen que a mí me engañó?, no, yo desde que tenía
uso de razón supe que él no estaba enfermo de nada, que solo fingía adolecer,
por poco hasta se revolcaba queriendo hacer aparentar dolor o enfermedad.
Quizás a mi madre y mi entorno sí logró engañarlos; y peor, logró que mi madre
le socapara, la ha manipulado a su gusto como si ella fuera un objeto
cualquiera, al extremo de mancillarla con placer, de la manera más inicua
posible. Me da pena y, hasta rabia por eso; muchas veces quise hacerle dar
cuenta de todo eso a mi madre, pero no resultó. Y aquel conglomerado tampoco
pudo hacer mucho.
—Entonces quedan en claro las cosas. Ahora nos vamos
ante un vil fracaso de nuestro objetivo para este momento.
Y aquellas sombras negras simplemente se transformaron
en polvo y por la brisa fueron esparcidos hasta desaparecer en el firmamento.
(Extraído de mi libro . . . para segunda edición)
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