II
Doy gracias al Insuperable, como
obrero de las letras bolivianas,
sin pesar en atardeceres,
cantos elevo en su día;
incontables amaneceres esperé,
esperanza mía no me abandonó,
noble compañera, de la mano, en el
tiempo a mi paso se adecuó; como
obrero de incontables líneas,
soñador con la pluma en mano.
Ahora celebrando en un mismo sentir, con
niños y ancianos sumándose a mi canto
inspirados todos por la esperanza de
ver mejores amaneceres, sublimes atardeceres,
entremezclados con el canto de las aves, al
ritmo único por no dejar pasar esta fiesta;
sentimiento de civismo nacido en el
alma, cantos de espíritu alegre; así se
regocijan los pueblos milenarios, de
incomparables mujeres luchadoras
o de hombres forjadores de la paz;
de niños con su coro alegre
entusiastas ellos en su sentir;
muestras de gratitud en todos ellos,
incluido en mi mirada, ahora serena;
porque similar ocasión no se repetirá sino en cien
años, ¿quién ahora vive tanto?
imposible llegar hasta allí, por eso es
simple mi expresar: que de esta fiesta no nos perdamos ni un
momento.
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