Por encima del rencor
A veces veo en las calles a hombres de la tercera
edad, desaliñados, con los ojos hundidos, mirada corroída, incluso la ropa
hecha girones, sentados en un rincón, con las manos extendidas y rostros de
tristeza, los ojos como que lagrimeando, pidiendo no otra cosa sino limosna,
clamando con voz apesadumbrada y entrecortada, por una moneda que un alma
piadosa les pueda dar.
Y a veces al ver a esas personas, en ellas
reflejo a mi padre, a veces veo como si él estuviera sentado ahí pidiendo lo
mismo, una monedita, porque todos, hasta su misma hermana en quien él confiaba
a ciegas más que en cualquiera otra persona, sus sobrinos, definitivamente
todos se olvidaron de él por lo maldito que fue con su familia, por lo
desalmado que fue con su propio hijo, ¡conmigo!
Y al ver a esas personas me pregunto:
¿Por qué están ellos ahí? No creo que porque la vida sea injusta solamente,
algo ha tenido que suceder para que se encuentren así. Es la penuria en que no
me gustaría que se encontrara aquel quien estigmatizó mi destino. Por encima de
todo, todavía en mí aflora el sentimiento de no verlo a él en esa infausta
circunstancia, mi alma siente compasión, quizás porque por mis venas corre su
sangre, y eso me conecta a sentir tristeza por cómo fue, es y puede ser más
adelante si no recapacita sobre sus actos que según él cree que son los
correctos.
Extraído del libro: Con Justina al alcance de la justicia.
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