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miércoles, 31 de enero de 2024

Increíble terminar

 

Increíble terminar

Camino en veredas de la enajenación, acompañado no de otro sino mi sombra, ¡oh fiel compañera! aquella de la que estoy seguro nunca me abandonará ni en peores momentos, además de soledad, mi segunda fiel amiguita desde que concebí la noción de su presencia para estar conmigo, solo conmigo; al menos eso creo. Y más ahora al verme acabar en un centro de rehabilitación, internado de por vida en un manicomio; increíble terminar. ¿Por qué este cruel destino para mí? ¿Qué hice para llegar aquí?

De repente siento hambre, quiero picar algo ligero, una fruta no estaría mal. ¿Dónde encuentro una manzana? La que no sea del pecado, claro. Sigo caminando con ese afán que mi paladar me exige. No veo a nadie, en momentos ni a mí me reconozco. ¿Quién soy? ¿para qué existo? ¿por qué terminé aquí? Otra vez la cruel pregunta ¡qué de mi familia? ¿Tengo una, o no?

Sigo caminando, siempre en ese afán de encontrar solo una fruta. Cuando bulla escuchan mis oídos, un ruido luctuoso de personas discutiendo, hasta peleando diría. Bulla, fruta, fruta, bulla; no comprendo por qué los dos se ensañan conmigo para atormentarme, no tienen piedad de este pobre eremita perdido en los antros de la soledad. Bulla, fruta, fruta, bulla, quiero unirlos y devorar para apaciguar lo que siento, el hambre ligera que en mi paladar despertó.

Por fin un canasto en una mesa corroída, y tres personas a las que nunca antes las había visto, resguardaban aquel pequeño canasto. Me acerco, ¡Sí…! La fruta que deseo, no yo, sino mi paladar. ¿Aquellas personas me dejarán tomarla? ¡Solo una! Al verme sonríen. Otra vez: bulla, fruta, sonrisa; increíble suceso. Me ofrecen no una, sino tres de aquellas frutas que mis ojos no divisan bien, parecen peras, ¿o son membrillos? No importa, con tal que sean frutas, estaré feliz; más bien no son las mazanas del pecado color carmesí.

Agarro, como con ansias una mordida tras otra, solo la primera, las otras dos prefiero guardarlas en los bolsillos de mi viejo abrigo para más después. Me alejo del lugar como queriendo retornar al punto de partida, solo quiero sentarme y dejar de lado aquella bulla, fruta, sonrisa.

Llego a una puerta, no recuerdo haberla visto en mi caminar al buscar la fruta “permitida”, ¿o no pasé por ahí? Justo alguien toca aquel portón, como si se ahogara en desesperación. Toc, toc, toc repetidas veces. Al par de segundos por mi detrás viene un joven vestido con atuendos también descoloridos como el mío, no conozco de él; abre, veo sigiloso, con algo de intriga que surge en mí; logrando ver a una mujer ya mayor, se me hace conocida de algún lado ¡De dónde? Trato de recordar. ¡Claro, es ella! una imagen fija de su persona y aquellos años desarchiva mi memoria.

Es quien fue mi maestra en colegio. Ella tras entrar su mirada dirige hacia mí y, llama por mi nombre. ¿De verdad es mi nombre? Hasta este momento no sé ni qué me llamo; intentando entrar en razón y no ser indiferente con ella, voy. ¡Vino a buscarme! ¿Acaso es la única persona en el mundo que se acuerda de mí? Por detrás de ella entran otras dos señoritas, parecen estudiantes de medicina, porque llevan guardapolvos y escarpines blancos. 

Consigo traen un maletín pequeño, aquel, estampado con un signo de (MAS – CRUZ - +) en rojo intenso. Una de ellas se acerca a mí y, me ordena extender mis brazos. No puedo excusarme, órdenes son órdenes, por eso simplemente sigo aquello, y ella con una jeringa de diez mililitros me saca la misma cantidad de sangre de mi brazo izquierdo. Yo, para no sentir dolor, hablo y departo conmigo mismo, como si en mi fueran dos o tres personas unidas por un mismo corazón; cuando de forma repentina me doy cuenta que mi brazo derecho es más delgado y sin venas visibles. Aquel suceso pareciera producto de la extracción sanguínea de mi brazo izquierdo. Es lo único que dilucido al ver así dicho brazo.

Termina de sacar la sangre, noto que las venas de mi brazo izquierdo están sobresalidas, a la vez entrecortadas en regiones específicas de la extremidad; también miro el piso, inevitable suceso, éste está bañado de sangre, ¡Es mi sangre!  ¿Sigo vivó? ¿O ya me convertí en un cadáver viviente contemplando lo que ya no es más en mí?

Entonces la otra señorita se prepara para ponerme una especie de suero, ¿sería acaso el suero de la vida? O por lo menos será el de retorno a esa expresión, me imagino; a la par, quien fue mi maestra en secundaria me explica que la sangre extraída de mi brazo, llevarán a laboratorio para analizar qué enfermedad tengo. Para saber por qué me transformé en un individuo anormal, por poco y fuera de mis cabales humanos.  

 Después de aquel episodio, tanto la maestra y las dos señoritas que la acompañan se van, saliendo por la misma puerta abierta a medias por el joven de vestuario descolorido.

De inmediato es cerrada la puerta, tras aquella acción, también él se va. Al instante otra vez siento hambre, busco en mi bolsillo la fruta que antes de guardar no había dejado escapar. Recuerdo que eran dos peras, ¿o fueron membrillos? No importa. El detalle es que no encuentro más que uno, para lo peor, a medias comido. ¿Qué paso? Inexplicable misterio. Bulla, fruta, sonrisa, maestra, misterio. Para lo peor otra vez hambre, éste que me exige retornar al inicio del…

…sueño, solo quiero despertar de esta horrible pesadilla. Logrando retornar a mi yo existente. Puf… es cuando despierto, o un sonido brusco tempranero me hace despertar. Veo la hora en mi reloj de mesa, como en anterior oportunidad de hace un par de noches pasadas, otra vez 05:30 en punto de la mañana.

Me pregunto: ¿Qué habrá querido mostrarme ahora ese sueño? No sé, no concibo entender. No sé si llorar o reír, o simplemente apelar al estado de alerta. Fue un largo viaje por esta experiencia. No sé qué sorpresas me esperan en adelante, no sé, así de simple, espero que sean agradables.  

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