Increíble terminar
Camino en veredas de la enajenación, acompañado no de otro sino mi sombra, ¡oh fiel compañera! aquella de la que estoy seguro nunca me abandonará ni en peores momentos, además de soledad, mi segunda fiel amiguita desde que concebí la noción de su presencia para estar conmigo, solo conmigo; al menos eso creo. Y más ahora al verme acabar en un centro de rehabilitación, internado de por vida en un manicomio; increíble terminar. ¿Por qué este cruel destino para mí? ¿Qué hice para llegar aquí?
De repente siento hambre, quiero
picar algo ligero, una fruta no estaría mal. ¿Dónde encuentro una manzana? La que
no sea del pecado, claro. Sigo caminando con ese afán que mi paladar me exige.
No veo a nadie, en momentos ni a mí me reconozco. ¿Quién soy? ¿para qué existo?
¿por qué terminé aquí? Otra vez la cruel pregunta ¡qué de mi familia? ¿Tengo una,
o no?
Sigo caminando, siempre en ese afán
de encontrar solo una fruta. Cuando bulla escuchan mis oídos, un ruido luctuoso
de personas discutiendo, hasta peleando diría. ―Bulla, fruta, fruta, bulla―; no comprendo por qué los dos se
ensañan conmigo para atormentarme, no tienen piedad de este pobre eremita
perdido en los antros de la soledad. ―Bulla, fruta, fruta, bulla―, quiero unirlos y
devorar para apaciguar lo que siento, el hambre ligera que en mi paladar
despertó.
Por fin un canasto en una mesa
corroída, y tres personas a las que nunca antes las había visto, resguardaban
aquel pequeño canasto. Me acerco, ¡Sí…! La fruta que deseo, no yo, sino mi
paladar. ¿Aquellas personas me dejarán tomarla? ¡Solo una! Al verme sonríen.
Otra vez: ―bulla,
fruta, sonrisa―; increíble suceso. Me
ofrecen no una, sino tres de aquellas frutas que mis ojos no divisan bien, parecen
peras, ¿o son membrillos? No importa, con tal que sean frutas, estaré feliz;
más bien no son las mazanas del pecado color carmesí.
Agarro, como con ansias una mordida
tras otra, solo la primera, las otras dos prefiero guardarlas en los bolsillos
de mi viejo abrigo para más después. Me alejo del lugar como queriendo retornar
al punto de partida, solo quiero sentarme y dejar de lado aquella ―bulla, fruta, sonrisa―.
Llego a una puerta, no recuerdo
haberla visto en mi caminar al buscar la fruta “permitida”, ¿o no pasé por ahí?
Justo alguien toca aquel portón, como si se ahogara en desesperación. Toc, toc,
toc repetidas veces. Al par de segundos por mi detrás viene un joven vestido
con atuendos también descoloridos como el mío, no conozco de él; abre, veo sigiloso,
con algo de intriga que surge en mí; logrando ver a una mujer ya mayor, se me
hace conocida de algún lado ¡De dónde? Trato de recordar. ¡Claro, es ella! una
imagen fija de su persona y aquellos años desarchiva mi memoria.
Es quien fue mi maestra en colegio. Ella
tras entrar su mirada dirige hacia mí y, llama por mi nombre. ¿De verdad es mi
nombre? Hasta este momento no sé ni qué me llamo; intentando entrar en razón y
no ser indiferente con ella, voy. ¡Vino a buscarme! ¿Acaso es la única persona
en el mundo que se acuerda de mí? Por detrás de ella entran otras dos señoritas,
parecen estudiantes de medicina, porque llevan guardapolvos y escarpines
blancos.
Consigo traen un maletín pequeño,
aquel, estampado con un signo de (MAS – CRUZ - +) en rojo intenso. Una
de ellas se acerca a mí y, me ordena extender mis brazos. No puedo excusarme, órdenes
son órdenes, por eso simplemente sigo aquello, y ella con una jeringa de diez mililitros
me saca la misma cantidad de sangre de mi brazo izquierdo. Yo, para no sentir
dolor, hablo y departo conmigo mismo, como si en mi fueran dos o tres personas
unidas por un mismo corazón; cuando de forma repentina me doy cuenta que mi
brazo derecho es más delgado y sin venas visibles. Aquel suceso pareciera producto
de la extracción sanguínea de mi brazo izquierdo. Es lo único que dilucido al
ver así dicho brazo.
Termina de sacar la sangre, noto que
las venas de mi brazo izquierdo están sobresalidas, a la vez entrecortadas en
regiones específicas de la extremidad; también miro el piso, inevitable suceso,
éste está bañado de sangre, ¡Es mi sangre! ¿Sigo vivó? ¿O ya me convertí
en un cadáver viviente contemplando lo que ya no es más en mí?
Entonces la otra señorita se prepara
para ponerme una especie de suero, ¿sería acaso el suero de la vida? O por lo
menos será el de retorno a esa expresión, me imagino; a la par, quien fue mi
maestra en secundaria me explica que la sangre extraída de mi brazo, llevarán a
laboratorio para analizar qué enfermedad tengo. Para saber por qué me
transformé en un individuo anormal, por poco y fuera de mis cabales humanos.
Después de aquel episodio, tanto
la maestra y las dos señoritas que la acompañan se van, saliendo por la misma
puerta abierta a medias por el joven de vestuario descolorido.
De inmediato es cerrada la puerta, tras
aquella acción, también él se va. Al instante otra vez siento hambre, busco en
mi bolsillo la fruta que antes de guardar no había dejado escapar. Recuerdo que
eran dos peras, ¿o fueron membrillos? No importa. El detalle es que no
encuentro más que uno, para lo peor, a medias comido. ¿Qué paso? Inexplicable misterio.
―Bulla,
fruta, sonrisa, maestra, misterio―. Para lo peor otra
vez hambre, éste que me exige retornar al inicio del…
…sueño, solo quiero despertar de esta
horrible pesadilla. Logrando retornar a mi yo existente. Puf… es cuando
despierto, o un sonido brusco tempranero me hace despertar. Veo la hora en mi
reloj de mesa, como en anterior oportunidad de hace un par de noches pasadas,
otra vez 05:30 en punto de la mañana.
Me pregunto: ¿Qué habrá querido
mostrarme ahora ese sueño? No sé, no concibo entender. No sé si llorar o reír,
o simplemente apelar al estado de alerta. Fue un largo viaje
por esta experiencia. No sé qué sorpresas me esperan en adelante, no sé, así de simple, espero
que sean agradables.
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