Más de lo sublime de Vanessa Giacamán
—Poeta
y narradora boliviana contemporánea—
Los
caminos nunca deben cerrarse,
pues son
latidos del mundo errante,
sendas de
polvo y sombra
que
inevitablemente concluyen en la última ráfaga.
Que cada
ruta se extienda indómita,
que el destino
las convoque una a una,
y los
resplandores, en danza perpetua,
se fundan en un mismo estallido de luz.
La
esperanza, auriga de vientos ocultos,
nos eleva
en su fulgor radiante,
y la
existencia
nos
aguarda tras el umbral de lo eterno.
__________*__________
Llamarada
El amor,
dices,
Posee sus
matices,
Como esas
luces de feria,
Baratas,
desmoronadas,
Que
titilan incluso cuando el alma ya ha partido.
Es el
canto errante de dos seres que se tocan,
Por
destino,
Por
hambre,
Como niños
huérfanos compartiendo una sombra en verano.
La vida
golpea sin tregua,
Y aún así
persistimos,
Como si
jugáramos a reconstruir la fe cuando la vista se empaña
Con
fragmentos del tiempo.
Como bien
dijo Bukowski:
“El amor
es una niebla que se disipa con el primer rayo de la realidad,”
Y tenía
razón.
El tiempo
no redime,
Solo
consume,
Nos torna
más torpes,
Más
exhaustos,
Más
semejantes al silencio.
Si te
dijera “quédate” o “vete”,
No sería
una súplica ni un mandato,
Sino una
llamarada para ver si algo perdura en el hueso.
Conozco
tus lunares
Como se
conocen los templos en los que se ha orado,
Y también
ese muro que cargas en el pecho,
Hecho de
ruinas ajenas,
Pero que
arrastras con igual peso.
Yo soy
óxido,
Fuego,
Eco de una
herida que aprendió a hablar.
Estoy
soldada con los resortes de tu carne,
Como si
eso bastara para quedarme.
Ya no
tengo discurso.
Solo este
murmullo:
Todos
somos engranajes de una máquina sin manual,
Giramos
por alguien,
Aunque
jamás sepamos por quién.
Y si no es
por los nuestros,
Es porque
Dios, que nunca yerra,
Nos
observa desde su cielo,
Y aún
encuentra,
En nuestra
imperfección, la gloria.
__________*__________
Tuerca
Vino del
amor
Frágil
como capullo
Con patas
pequeñas
Y ojos de
luna asustada.
No basta
ser poeta
Para
entender
Cómo
tiembla el mundo
Cuando una
vida herida
Elige
confiar.
Tuerca
llegó
Como quien
no sabe
Que es
milagro,
Como si su
cuerpo roto
No trajera
consigo
La semilla
del renacer.
Y al
verla,
Todo
volvió a contar:
Las horas,
la piel,
El
silencio lleno de espera,
El pulso
de estar vivos.
Amarla
Es
recordar
Que a
veces
La vida se
disfraza de perro
Para
enseñarnos
A empezar
de nuevo.
__________*__________
Madre
¿Cómo fue
que los años se deslizaron sin rostro,
Sin forma,
sin campanas?
No los vi venir,
No los
sentí erguirse con su lengua de hierro.
Siempre
fuiste sombra envolvente,
Abrigo sin
nombre,
La
penumbra que sabía mis secretos
Antes que
yo pudiera nombrarlos.
Me
dijeron:
“Sus
huesos son de cristal,
Cualquier
aliento podría quebrarla.”
Frágil
como porcelana real,
Tenue como
mariposa que muere sin haber nacido.
Madre,
Quizás
nunca supe ser la hija que tú soñaste
Cuando aún
el mundo era una promesa.
Pero ¿cómo
se vierte el silencio?
¿Cómo se
convierte el dolor en plegaria?
Tú
dijiste:
“No soy
feliz, ¿para qué continuar?”
Y yo,
hecha ruina, apenas murmuré:
“Por mí,
continúa por mí…”
No
comprenden los otros
La hondura
del regazo materno,
La
liturgia suave del amor que no pide,
La pérdida
secreta
Cuando tú
te apagas y mi alma se fragmenta
Para
seguirte, pedazo por pedazo.
Siempre
temí a los huesos.
Son mis
columnas invisibles,
Y cuando
crujen,
No saben
de vergüenza ni pudor:
Sólo
anuncian la caída.
Y sin
embargo,
Aquí
permanezco,
Con las
uñas rasgando el mundo,
Con la voz
queriendo inventar el alba
Sólo para
verte sonreír
Una vez
más.
__________*__________
Signos indelebles
Estaría a
tu lado,
Sin
música,
Sin
palabras.
Sólo la
respiración de estar,
Sólo el
temblor.
Estaría,
aunque doliera,
Aunque el
tiempo hiciera nido en tus párpados
Y el
cuerpo fuera ruina o ceniza.
Estaría
Como quien
espera lo imposible
En la
silla rota del alma.
Pero hay
una cruz —
Pequeña,
secreta —
Dibujada
al costado del amor.
Por si
acaso.
Por si un
día muere.
Y lo
sabemos.
Sabemos
cuán frágil es tu amor,
Como
cristal de infancia,
Como alas
en sal.
Aun así,
Me
quedaría,
Cubriéndote
los ojos con mi sombra
Para que
no llores,
Para que
no te mojes por dentro.
Pero está
el tal vez,
El pasar
del destino,
El
murmullo que dice:
“nada es eterno”
.
Y ese eco
vive en tu boca,
Como un
presagio,
Como algo
que tiembla
Y no sabe
quedarse.
No hay comentarios:
Publicar un comentario