Adquisición de conocimientos en la Bolivia del siglo XXI
Personalmente,
recuerdo que cuando llegué al nivel secundario, me tocó un profesor del cual
todos los estudiantes hablaban que era alguien temido por quienes sintieron su
vara, que a veces era un chicote de grueso calibre, verde, recién sacado de un árbol
de molle o eucalipto. Mis compañeros le decían: “EL DIABLO DE LAS AULAS” y,
evidentemente, hacía sentir con su garrote. Pobre de aquel que no presentaba su
tarea en día indicado, sea hombre o mujer, se llevaba la misma suerte de
regresar a casa con las nalgas adoloridas, marcadas e, incluso reventadas.
Alguna vez, a mí
también me tocó esa suerte, pero no me resentía, sabía que era por mi bien, por aprender a hacer las cosas como deben ser
y en el preciso tiempo. Recuerdo también que en una oportunidad un estudiante
al presentir su suerte por no haber hecho la tarea, se dio la idea de ponerse rollos
enteros de papel higiénico en la parte de las nalgas, según él, para amortiguar
el dolor de los garrotazos. Claro que en primera instancia el profesor no se
dio cuenta de aquello, pero al notar que el estudiante no sentía dolor,
averiguó de inmediato la anomalía, dándose cuenta que sus nalgas estaban protegidas
con aquellos rollos de papel higiénico. De inmediato atrapado en más ira, el
profesor agarró al estudiante del pantalón y, le ordenó que se bajara, el
estudiante no hizo caso en primera instancia, entonces el mismo profesor con toda
su capacidad de hacerlo, le desabrochó el pantalón y le bajó sin miedo, a vista
de todos los estudiantes que mirábamos atónitos; entonces los rollos de papel
higiénico rodaron por los suelos y, el estudiante recibió quizás el peor garrotazo
de su vida, en sus nalgas descubiertas.
De ahí aquí me
pregunto: ¿Se refería acaso a esas acciones más, esa frase de que “la letra
entra con sangre”? ¿Estaba permitido hacer eso, al menos en aquellas épocas? La
situación es para analizarla, reflexionar y rescatar lo rescatable de ese
antecedente, por ejemplo. Recuerdo que en otro momento, los estudiantes ya de
tanto atropello por parte de aquel profesor, decidieron ir en forma de
protesta, hasta la Dirección y, entrevistarse con la Directora, explicando sobre
los atropellos exagerados del profesor y su garrote. La Directora quedó
asombrada ante aquel manifiesto estudiantil. Sin embargo, aquel profesor en
cuestión, a mí me consideraba como su mejor amigo de todo el colegio.
En esas épocas, la
tarea se hacía a mano, desde un simple dibujo, hasta un complejo ejercicio de
matemáticas, pasando por los resúmenes de libros leídos que se tenía que hacer.
Y hoy en día, todo
eso cambió, con el avance acelerado de la tecnología, el estudiante ya no
quiere ni agarrar un lapicero para escribir, ni un lápiz para dibujar. Todo es,
“copiar y pegar”, sin siquiera leer bien lo que se está copiando en la
computadora. A la par de que el profesor no le puede tocar ya ni un pelo al
estudiante, menos reprenderle. Ya que si hace eso, es considerado agresión,
hasta delito. Cómo cambiaron las cosas de allá aquí.
En lo personal,
veo con mucha tristeza esa nueva forma de adquirir conocimientos. ¿De verdad se
está aprendiendo algo? ¿O el ser humano del siglo XXI se mecanizó, al punto de
volverse autómata por depender de tanta tecnología en sus manos? Incluso,
perdiendo principio de humanidad.
Las respuestas dénselas
cada uno, tras un minucioso discernimiento sobre la forma como están
aprendiendo los niños y jóvenes del ahora.
No hay comentarios:
Publicar un comentario