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miércoles, 25 de junio de 2025

Con el cadáver bajo mi responsabilidad

 Con el cadáver bajo mi responsabilidad

Todavía no asimilo el acontecimiento de aquel amanecer, desde tarde anterior y por toda la noche se desarrolló el velorio, todos quienes acompañaron en aquel acontecimiento, se veían más o menos apesadumbrados por la irreparable pérdida de un ser . . . poco querido, de un individuo poco apreciado cuando en vida era.

Extrañamente esa misma noche del velorio, aquella quien fue ingenua, obsesiva, ella que poco o nada asimilaba sobre lo que pasaba en su hogar disfuncional, pierde la llave de uno de los cuartos. Le urgía encontrar, porque de eso dependía dónde guardar cosas utilizadas solo alguna vez. Por buscar, o por lo menos intentar recordar dónde, en un segundo la había dejado, no asistió al velorio. Encontrar aquella llave surgía a ser más importante que acompañar en el velorio de los restos mortales de alguien que, tenía que ver mucho con ella, era parte de su vida hasta hace un par de meses antes, su exesposo.

Pero ya al día siguiente, cuando se tenía que proceder con las últimas acciones antes de darle cristiana sepultura a aquellos restos cadavéricos, o por lo menos un entierro preservando el valor humano, se celebra la última misa de cuerpo presente. Y tras finalizar aquel acto, las personas presentes, apresuradas salen del sitio donde era el velorio. Parecía un salón velatorio, al mismo tiempo un templo con todas las características de aquello.

Extrañamente ni en aquella última celebración se hallaba presente la que en noche pasada pierde su llave, ¿acaso seguía buscando y no encontraba? Ni qué decir de mi hermana menor, tampoco vino a dar ni el pésame a los dolientes que no eran mas que un par de sus sobrinos cercanos, bien apegados a él cuando aún en vida se caminaba.

Al final de todo, éramos sus hijos, desgraciadamente, pero no había lamento, no conocíamos de pesar en aquel momento.

Terminó la misa, se tenía que proceder con el levantamiento de los restos mortales. Extrañamente nadie se animaba a hacerlo, más bien uno a uno fue abandonando aquel ambiente, parientes míos de segundo y tercer grado.

La última persona en abandonar el ambiente fúnebre se me acerca dirigiéndome un par de palabras:

—Bueno, es tu responsabilidad llevar los restos mortales de aquél que fue velado —Con precisión en su expresión, me expone—. Debes cumplir con lo que toca por hacer. —Son sus palabras finales, luego también con prisa, sale de aquel lugar.

Al final no me quedaba más que asumir aquella responsabilidad, a pesar de la condición en la que me encontraba, seguro iba a tener dificultades al primer intento. Es entonces, de repente cuando me disponía a poner en acción aquella forzada obligación, veo el ataúd y dentro de él al cadáver, no era el mismo, en su lugar observo restos de un perro muerto, negro, de mediano tamaño.

Ah, vaya! No encontraba explicación lógica a lo que ocurría en aquél preciso momento. Entonces se me haría un poco más fácil cargar con él, me doy maneras de sostener entre mis dos brazos y, también salgo sin premura de aquel ambiente.

Al encontrarme ya en afueras, me doy cuenta que aquellos ambientes se hallaban en la cima de una colina, solo un sendero angosto guiaba hasta ahí. Me tocaba dirigirme hasta el cementerio, este que se hallaba cuatro o cinco cuadras más abajo de aquel escenario fúnebre. Veo a las personas que habían acompañado en la última misa, se hallaban una cuadra más abajo, trato de alcanzarlas con el cadáver del . . . perro negro bajo mi responsabilidad.

Cuando caminaba lo más rápido que podía, ellas también aceleraban sus pasos, como si al intento quisieran evitar que las alcanzase. En determinados sectores del camino, se me hacía difícil caminar, porque había muchos pendientes, o muchas piedras, pero igual, me daba maneras de cruzar esos lugares, no tenía por qué lamentarme, ellos sabían lo que hacían, y yo apoyado en la resiliencia, hacía lo que estuve obligado a hacer, incluso en dificultades más severas.

Al avanzar ya dos cuadras, de sorpresa veo a mi hermana menor sentada en la puerta de su casa, no sabía que vivía por ese sector, pero bueno. Al verme me saludó, al darse cuenta de lo que cargaba, se preocupó un poco.

—¿A ti te están haciendo cargar ese muerto? —Entonces me preguntó.

—Como puedes ver, eso pasa —es mi respuesta—, nadie quiso ser responsable con el traslado de este . . . muerto.

—Qué graves son, cómo no van a llevar ellos, ¿acaso no han visto cómo estás?

—Es la cruda realidad. Y tú tampoco has venido ni al velorio, ni a la última misa de hace un rato. —La increpé, también por su ausencia.

—No me interesaba —fue su respuesta seca—. Por qué tendría que ir, si él nunca fue lo que debía haber sido para ti y para mí.

—Entiendo —capté de inmediato su posición—. Ni la mamá fue a acompañar ni en el velorio, ni en la última misa de hace rato.

—Seguro que sí, debe tener razones también —acotó—, o como siempre andará ocupada en sus cosas.

—Debe ser así —quise acoplarme a su forma de interpretar la situación—. Por cierto, anoche ella dice que perdió una llave —complementé lo ocurrido de noche anterior—, ¿por si acaso no sabes tú de esa llave?

—Bah, cómo puede perder una llave —Ella se sorprende—. Si así fuera, que busque con la luz del día, le será más fácil encontrar de día, ¿no crees?

—Eso mismo le dije anoche —respondí—, pero amparada en su terquedad, creo que se puso a buscar toda la noche, por eso no vino ni ella a acompañar en el velorio.

—Seguro que sí. Desde siempre fue así su comportamiento, quién la entiende.

—Pero bueno, si sabes algo de esa llave, la vas a buscar, ¿Te parece?

—Está bien.

—Ahora debo continuar mi camino hacia el cementerio con este cadáver bajo mi responsabilidad a la fuerza, sí, hermano; ve con calma, en tu condición te puedes tropezar.

—No te preocupes, soy resiliente, sé arreglarme a como debe ser en cualquier circunstancia, y esta, no será diferente, además, el cadáver de quien era, y ahora no es más, extrañamente se ha transformado en restos de un perro negro.

—¡Cómo es eso? No te estoy entendiendo —Su inquietud por saber más, despierta—. A ver, explícame con más claridad.

—Como te dije antes, el cuerpo de quien fue velado toda la noche, hace rato después de la última misa, se ha transformado en restos mortales de un perro negro, entonces, con menor dificultad estoy llevando eso —Mi aclaración fue precisa.

Nos despedimos, ella al oír el lloro de uno de sus hijos entra con premura a su casa. Mientras yo, también continúo mi rumbo hacia el cementerio. Se hallaba tres cuadras más abajo. Extrañamente, mis “parientes” se habían quedado esperándome una cuadra más abajo de la casa donde era su hogar de mi hermana. Mis primos, tíos e incluso sobrinos de segundo y tercer grado se hallaban sentados encima de piedras en la vereda del camino.

Cuando ven que me acercaba, uno a uno se pone de pie para continuar con el recorrido, ya casi junto con ellos no podía evitar escuchar sus platicas, lo hacían en voz baja. Hablaban del cadáver humano convertido en uno el de un perro. O sea, ellos ya sabían de aquel extraño suceso. ¿O fue así desde noche anterior cuando inició aquel acto fúnebre? Queda en más incógnita desde ese momento aquel acontecimiento.

Por fin llegamos al cementerio, ya tres o cuatro personas, aquellas con quienes él tenía relación directa más que con su propia familia, mas que conmigo o mi hermana menor, eran justamente sus sobrinos quienes se habían anticipado en llegar primero, esto para cavar tres metros de profundidad la tumba, para en ella disponerse a hacer desaparecer aquellos restos cadavéricos misteriosamente de un perro, de un . . . «al inicio humano – no humano al final», situación complicada de explicar.

Al llegar a la puerta de ingreso en el cementerio, recién aquellas personas se disponen en llevar al cadáver, simplemente me arrebatan de las manos por poco y no se quitonean, en medio de ese ambiente, proceden con la última acción. Me quedo observando, un poco distanciado del lugar. No soy más que un simple observador de la última acción, tres metros bajo tierra, «aquel quien al inicio fue a medias, humano – para luego ser un simple perro negro, cadáver al final» «humano – animal, velorio – llave» esta última extraviada en extrañas situaciones en plenas sombras de la noche cuando se daba inicio con aquel tétrico velatorio en esta macabra historia vivida en un sueño hace unas horas atrás. O más bien, revelación recibida sobre aquel individuo de quien su final será exactamente así como vi en esa manifestación sobrenatural.


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