La presencia de quien… no esperaba
Y
menos en un evento de talla nacional del que protagonista fui, como…
Un día cualquiera no era, no al menos en esta oportunidad, más
bien se trataba de uno en el que se desarrollaba un magno evento nacional
planificado desde semanas antes, me atrevería a decir, desde un par de meses con
antelación. Un magno evento como nunca antes desarrollado, por lo menos en los
últimos diez años, en una urbe tranquila de la ciudad de Cochabamba.
Se trataba de un —Congreso Nacional de Escritores—, cuyo evento se llevaba a cabo en un lugar tranquilo, sus espacios con mucha vegetación, arbustos y árboles de mediano tamaño alrededor.
¡Quién podía imaginar?, no esperaba la presencia de alguien más en
aquel evento, una dama quien en alguna faceta de mi existencia marcó hondo, caló
profundo para bien. Es más, mi primer libro publicado está inspirado en su
persona, por ende, dedicado a ella. Luego en otro par de libros escritos, en
los que también hago referencia de su magnificencia como ser humano, como dama de
honor alentando a mi espíritu compungido en aquellos tiempos.
¿Cómo olvidarla? No lo haré jamás, por mi ser recordarla será
canto de alegría, mientras mi ser siga respirando en este plano existencial,
seguro y quizás hasta el momento cuando me toque cambiar de mundo, la seguiré
recordando en mi nuevo hábitat.
Sin embargo, creí, y es que aquel episodio ya estaba cerrado con
el libro escrito y las referencias en el par de obras posteriormente publicadas,
después de dos décadas, pero no. Por azares de la vida, hace un par de años
antes, supe algo de ella, gracias a Dios, se encontraba bien. O por lo menos,
más o menor bien. Aquél saber algo de ella, fue motivo para complementar sin
hacer perder la esencia de un nuevo libro que ya se encontraba en proceso de
corrección, al final, la nueva historia narrada se publicó con el tinte mágico
de su reaparición, aquel 15 de septiembre del 2022. Pero, ¿qué hacía ahora en
aquel congreso de escritores? ¿Acaso también se había convertido en escritora? ¿Era
realmente ella? ¿O mi imaginario en aquel preciso momento me jugaba a ser
traicionero? Aquellos años cuando alentaba a mi espíritu compungido, sí supe de
algunos manuscritos por ella, me los mostró en un par de veces, por eso el
panorama se pintaba en compaginación si ella y yo…
Eso fue aquellos años, muchos para ser sincero, capítulo
cerrado. Sin embargo, verla en aquel evento me sorprendió, por qué no decir, me
alegré cuando ya la primera parte del congreso finalizaba, entonces el momento
del almuerzo y confraternización entre escritores se iniciaba, como dije antes,
escritores, damas y caballeros venidos de todo el país.
El movimiento surgía en total tranquilidad. Unos con dirección
al comedor, otros al encontrarse de mucho tiempo, una platicar de reconocimiento
no les caía mal, para después ir camino también al sitio donde el estómago pedía
encaminarse.
Fue el momento oportuno, aquella dama también se me acerca,
evidentemente era ella, ¡Si, la misma!, al mirarme fijo a los ojos me saluda
seguido de un abrazo, a aquel gesto le correspondí como cuando fue aquellos
años.
—¿Cómo estás? Me da gusto verte, Efraín —Con voz suave como le
caracterizaba, me comenta mientras nos abrazábamos—. ¿Cómo está tu salud? ¿Cómo
va el tema de tus obras publicadas?
—¿Tú aquí? ¡Me sorprendes! Me da mucho gusto verte, ¿sabes? mi espíritu
se alegra al encontrarte en este evento. No encuentro otra mejor palabra para
expresar lo que siento —Mi correspondencia a su gesto en ese instante era lo
más sincero posible, con palabras casi entrecortadas por mi impresión de verla
ahí.
Había mucho de qué conversar, quería saber cómo se encontraba
ella, su familia y más. Lo más curioso en aquel momento, me inquietaba por
saber de, cómo se había enterado de aquel magno evento.
—Me enteré que aquí te encontraría, si después de todo lo que has
vivido, además de las batallas que venciste, te convertiste en uno de los
escritores con mucho prestigio para el país —una vez más comentó—. Supe de tu
presencia en este evento a través de los medios masivos de comunicación, ni
bien de haberme enterado, me dispuse también para asistir.
—Palabras de mucho peso para mí —otra vez correspondo—, no
merezco tal alago, y menos de una dama distinguida como tú.
—Te mereces eso y mucho más, Efraín —reafirmó a su comentario—. Y
para mí es un honor el ver tu progreso como escritor, ahora en este evento.
—No sé qué decir al respecto. Quizás expresar que mis batallas
no terminan, sigo lidiando con más precisión en ese campo el que parece
complicarse más a tiempo que transcurre. A veces siento que ya llegó la hora de
mi descanso, amparándome en las sabias palabras expresadas por un ser humano
destacado en estos tiempos, él ya partió, pero antes de aquello dijo esto: “El
guerrero también tiene derecho a su descanso”. ¿No crees que debo también
expresar eso, y descansar en esta batalla?
—Te entiendo, y es en este momento cuando me doy cuenta, no debí
haberte dejado aquellos años, ya sabiendo cómo te encontrabas. Te cuento, y es que,
conociendo tu historia, en su momento por el duro impacto en mi ser, lloré en
silencio, ya de haber perdido contacto contigo, ¿puedes creer? Nunca me olvidé
de la persona especial que encontré en ti.
—No te preocupes —traté de animar al compungido corazón que no
merecía estar triste en aquel momento—. Seguro así estaba escrito en las
páginas de nuestra existencia. También yo te extrañaba, tenía la inquietud por
saber dónde te encontrabas, deseaba conocer cómo estabas, pero no había pistas,
si no es hasta hace un par de años, seguro recuerdas.
—Claro que sí. Pero ahora que te he vuelto a encontrar, no
quiero perder contacto contigo, no quiero equivocarme una vez más.
—No perderemos comunicación —afirmé—, ya que encontrarnos fue
sorpresa para mí, y más en este evento, donde, ni se me había cruzado por la
cabeza verte.
La plática se hacía más placentera a minuto que transcurría.
—Llámame, escríbeme las veces que quieras, te lo pido
encarecidamente. También yo haré eso —En un momento fue su petición con mirada
fija a mí semblante. Y esa petición me sorprendió más—. Me he equivocado
incluso al coartarte la comunicación; no quiero lamentar más por eso, ahora al
encontrarte de tanto tiempo y platicar a plenitud, me siento muy feliz, todo mi
ser se siente dichoso.
—Silegul, te vuelvo a repetir, nunca más perderemos comunicación, claro, si colaboras con no desaparecerte, y también si me facilitas tu número de contacto, si es que has cambiado, y si no, entonces conservo todavía la digitación de ello, ¿recuerdas? Aquella vez cuando de sorpresa nos encontramos en pleno centro la ciudad, estabas apurada, y yo en mi afán, en ese momento me facilitaste tu número, lo mismo hice yo con el mío, te proporcioné mi número de contacto, pero luego…, mejor sin comentarios.
—Lo sé, Efraín. Hasta en eso me equivoqué, reconozco aquella torpe
equivocación que dejas en puntos suspensivos; pero no volverá a pasar, te lo
prometo.
—Bueno, que así sea entonces eso dejo en tus manos. Y
aprovechando este encuentro sorpresivo, antes de ir al salón de comidas, ¿me
harías el honor de obsequiarme una foto donde estemos posando los dos? Solo una
te pido, para el recuerdo digo, si no es mucha mi petición —Para ensalzar el
momento, con emoción en mi ser, le pedí.
—¡Claro que sí! Te me adelantaste, eso mismo te iba a pedir.
—¡Ah…, vaya! —me asombré—. Seguimos compaginando hasta en
detalles, como cuando sucedía aquellos años ¿Recuerdas?
—Eso parece, Efraín. Sin embargo, para esta ocasión no vine sola
—acotó.
—¿Cómo? —me sorprendí al oír las últimas palabras salidas de su voz.
—No estoy sola. Toda mi familia se vino conmigo. Mis padres,
también mis hermanos, qué decir de mis sobrinos y cuñados, todos ellos querían
conocerte y, con ese propósito se vinieron conmigo.
—¡Ah . . .? ¿Enserio hay más sorpresas? Me dejas sin palabras,
Silegul, me siento muy honrado por el gesto de tu familia en querer conocerme.
—expresé mi gratitud por lo que sucedía.
En ese momento con señas, ella llama a sus padres, ellos al ver la
señal del llamado, vienen. No me había olvidado de ellos, recuerdos fugaces de
aquellos años cuando ella misma me presentó en una oportunidad planificada. En
aquel momento, se veían ya más mayores, su padre casi el ochenta por ciento de
pelo, blanco. El de su madre, en menor porcentaje. Don Quintín su padre, sonríe
al momento de intercambiar el saludo conmigo. Él, tampoco se había olvidado de
mí. Luego fue el saludo con su madre, ella, más seca como fue aquel año cuando
por primera vez la conocí; intentaba no mirarme, a toda costa buscaba esconder su
rostro de delante de mí, por poco y no fue ni el saludo.
Tras el reconocimiento y saludo con sus padres, de inmediato se
acercaron sus demás parientes, —hermanos, cuñados, sobrinos—, eran
hartos, sólo sus sobrinos pasaban de diez, quince quizás. Me asombré al verlos
y, cómo cada uno de ellos del más grande al más pequeño se emocionaban al verme,
como si ya me conocieran de antes, me saludaban, algunos hasta me daban un abrazo.
Entre ellos se encontraba un niño de aproximadamente siete años,
un poco distraído él, así, porque consigo llevaba un cassette, y le pide a
Silegul su tía, que obre para que la cinta en dicho cassette sea direccionada al
inicio.
Claro que ella, como tía, no
podía rechazar aquel pedido, entonces busca un bolígrafo entre sus pertenencias,
encuentra uno azul e inserta en uno de los carretes del cassette, con facilidad
logro ver su etiqueta, era de música, por su imagen, uno de clásica —Beethoven
o Mozart, o Vivaldi— quizás, las que me fascinan desde inicio en mí
carrera de escritor. Ya con el bolígrafo insertado en él, hace girar lo más
rápido que puede, logrando que la cinta regrese al inicio, al punto cero en
blanco.
Luego aquel infante vuelve a
pedir que el cassette musical sea reproducido, y con su fondo musical posemos
para la foto. No había en qué hacerla reproducir, no se sabía de la existencia
de una radio con casetera en aquel evento; de todas formas, todos, en media
luna se acomodaron debajo de un árbol ornamental de tamaño mediano que se
encontraba cerca y, un vivo pastizal. Sus parientes, principalmente sus
sobrinos nos pidieron que ella y yo, como anfitriones de la toma, posemos en
el medio como si estuviéremos sentados, y sus padres en cada costado de la
media luna formada orgánicamente. Al final, así fuimos acomodados.
La idea era tomarnos la foto
solo con nuestros dispositivos móviles. Pero la cosa fue más allá, una decena
de fotógrafos estaban atentos para sacarnos la fotografía, lo más inquietante,
desde diferentes ángulos coordinada con anterioridad entre fotógrafos.
—No te preocupes, Efraín, todo
está organizado al pie de la letra —Entonces, ella dijo—. Y el costo de las
fotos ya está cancelado. —Escuchar eso, me volvió a dejar sin palabras.
Sin embargo, en aquel momento
nos convertimos en el centro de atención, hasta de mis colegas escritores,
algunos de ellos ya de haber salido del comedor. Nos felicitaron por esa fotografía
tomada. No se dejaron de oír aplausos, seguido a eso, más saludos e intenciones
de conocer a quienes habían posado para aquel propósito. Claro, me complacía en
presentarles a mis colegas a las personas que habían posado debajo del árbol
conmigo para la foto.
La segunda parte del Congreso
estaba a punto de dar con su inicio, faltaban pocos minutos para aquello,
todavía no habíamos almorzado. Entonces con esa intención fuimos casi los
últimos, pero numerosos, en ingresar a la sección de comidas.
Es cuando ahí, sucede lo
inevitable, no estaba en mis manos el poder de retener. Todo se iba difuminando
frente a mis ojos, de por sí, solo veía manchas, mis ojos me estaban
traicionando, visión iba perdiendo por completo; era un… era un… una visita de
ella…, a las tres y cuarenta y cinco (3:45) de la madrugada, hoy domingo, 15 de
junio, del 2025.
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