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domingo, 15 de junio de 2025

La presencia de quien…

La presencia de quien… no esperaba 

Y menos en un evento de talla nacional del que protagonista fui, como…

Un día cualquiera no era, no al menos en esta oportunidad, más bien se trataba de uno en el que se desarrollaba un magno evento nacional planificado desde semanas antes, me atrevería a decir, desde un par de meses con antelación. Un magno evento como nunca antes desarrollado, por lo menos en los últimos diez años, en una urbe tranquila de la ciudad de Cochabamba.

Se trataba de un —Congreso Nacional de Escritores—, cuyo evento se llevaba a cabo en un lugar tranquilo, sus espacios con mucha vegetación, arbustos y árboles de mediano tamaño alrededor.

¡Quién podía imaginar?, no esperaba la presencia de alguien más en aquel evento, una dama quien en alguna faceta de mi existencia marcó hondo, caló profundo para bien. Es más, mi primer libro publicado está inspirado en su persona, por ende, dedicado a ella. Luego en otro par de libros escritos, en los que también hago referencia de su magnificencia como ser humano, como dama de honor alentando a mi espíritu compungido en aquellos tiempos.

¿Cómo olvidarla? No lo haré jamás, por mi ser recordarla será canto de alegría, mientras mi ser siga respirando en este plano existencial, seguro y quizás hasta el momento cuando me toque cambiar de mundo, la seguiré recordando en mi nuevo hábitat.

Sin embargo, creí, y es que aquel episodio ya estaba cerrado con el libro escrito y las referencias en el par de obras posteriormente publicadas, después de dos décadas, pero no. Por azares de la vida, hace un par de años antes, supe algo de ella, gracias a Dios, se encontraba bien. O por lo menos, más o menor bien. Aquél saber algo de ella, fue motivo para complementar sin hacer perder la esencia de un nuevo libro que ya se encontraba en proceso de corrección, al final, la nueva historia narrada se publicó con el tinte mágico de su reaparición, aquel 15 de septiembre del 2022. Pero, ¿qué hacía ahora en aquel congreso de escritores? ¿Acaso también se había convertido en escritora? ¿Era realmente ella? ¿O mi imaginario en aquel preciso momento me jugaba a ser traicionero? Aquellos años cuando alentaba a mi espíritu compungido, sí supe de algunos manuscritos por ella, me los mostró en un par de veces, por eso el panorama se pintaba en compaginación si ella y yo…

Eso fue aquellos años, muchos para ser sincero, capítulo cerrado. Sin embargo, verla en aquel evento me sorprendió, por qué no decir, me alegré cuando ya la primera parte del congreso finalizaba, entonces el momento del almuerzo y confraternización entre escritores se iniciaba, como dije antes, escritores, damas y caballeros venidos de todo el país.

El movimiento surgía en total tranquilidad. Unos con dirección al comedor, otros al encontrarse de mucho tiempo, una platicar de reconocimiento no les caía mal, para después ir camino también al sitio donde el estómago pedía encaminarse.

Fue el momento oportuno, aquella dama también se me acerca, evidentemente era ella, ¡Si, la misma!, al mirarme fijo a los ojos me saluda seguido de un abrazo, a aquel gesto le correspondí como cuando fue aquellos años.

—¿Cómo estás? Me da gusto verte, Efraín —Con voz suave como le caracterizaba, me comenta mientras nos abrazábamos—. ¿Cómo está tu salud? ¿Cómo va el tema de tus obras publicadas?

—¿Tú aquí? ¡Me sorprendes! Me da mucho gusto verte, ¿sabes? mi espíritu se alegra al encontrarte en este evento. No encuentro otra mejor palabra para expresar lo que siento —Mi correspondencia a su gesto en ese instante era lo más sincero posible, con palabras casi entrecortadas por mi impresión de verla ahí.

Había mucho de qué conversar, quería saber cómo se encontraba ella, su familia y más. Lo más curioso en aquel momento, me inquietaba por saber de, cómo se había enterado de aquel magno evento.

—Me enteré que aquí te encontraría, si después de todo lo que has vivido, además de las batallas que venciste, te convertiste en uno de los escritores con mucho prestigio para el país —una vez más comentó—. Supe de tu presencia en este evento a través de los medios masivos de comunicación, ni bien de haberme enterado, me dispuse también para asistir.

—Palabras de mucho peso para mí —otra vez correspondo—, no merezco tal alago, y menos de una dama distinguida como tú.

—Te mereces eso y mucho más, Efraín —reafirmó a su comentario—. Y para mí es un honor el ver tu progreso como escritor, ahora en este evento.

—No sé qué decir al respecto. Quizás expresar que mis batallas no terminan, sigo lidiando con más precisión en ese campo el que parece complicarse más a tiempo que transcurre. A veces siento que ya llegó la hora de mi descanso, amparándome en las sabias palabras expresadas por un ser humano destacado en estos tiempos, él ya partió, pero antes de aquello dijo esto: “El guerrero también tiene derecho a su descanso”. ¿No crees que debo también expresar eso, y descansar en esta batalla?

—Te entiendo, y es en este momento cuando me doy cuenta, no debí haberte dejado aquellos años, ya sabiendo cómo te encontrabas. Te cuento, y es que, conociendo tu historia, en su momento por el duro impacto en mi ser, lloré en silencio, ya de haber perdido contacto contigo, ¿puedes creer? Nunca me olvidé de la persona especial que encontré en ti.

—No te preocupes —traté de animar al compungido corazón que no merecía estar triste en aquel momento—. Seguro así estaba escrito en las páginas de nuestra existencia. También yo te extrañaba, tenía la inquietud por saber dónde te encontrabas, deseaba conocer cómo estabas, pero no había pistas, si no es hasta hace un par de años, seguro recuerdas.

—Claro que sí. Pero ahora que te he vuelto a encontrar, no quiero perder contacto contigo, no quiero equivocarme una vez más.

—No perderemos comunicación —afirmé—, ya que encontrarnos fue sorpresa para mí, y más en este evento, donde, ni se me había cruzado por la cabeza verte.

La plática se hacía más placentera a minuto que transcurría.

—Llámame, escríbeme las veces que quieras, te lo pido encarecidamente. También yo haré eso —En un momento fue su petición con mirada fija a mí semblante. Y esa petición me sorprendió más—. Me he equivocado incluso al coartarte la comunicación; no quiero lamentar más por eso, ahora al encontrarte de tanto tiempo y platicar a plenitud, me siento muy feliz, todo mi ser se siente dichoso.

—Silegul, te vuelvo a repetir, nunca más perderemos comunicación, claro, si colaboras con no desaparecerte, y también si me facilitas tu número de contacto, si es que has cambiado, y si no, entonces conservo todavía la digitación de ello, ¿recuerdas? Aquella vez cuando de sorpresa nos encontramos en pleno centro la ciudad, estabas apurada, y yo en mi afán, en ese momento me facilitaste tu número, lo mismo hice yo con el mío, te proporcioné mi número de contacto, pero luego…, mejor sin comentarios.

—Lo sé, Efraín. Hasta en eso me equivoqué, reconozco aquella torpe equivocación que dejas en puntos suspensivos; pero no volverá a pasar, te lo prometo.

—Bueno, que así sea entonces eso dejo en tus manos. Y aprovechando este encuentro sorpresivo, antes de ir al salón de comidas, ¿me harías el honor de obsequiarme una foto donde estemos posando los dos? Solo una te pido, para el recuerdo digo, si no es mucha mi petición —Para ensalzar el momento, con emoción en mi ser, le pedí.

—¡Claro que sí! Te me adelantaste, eso mismo te iba a pedir.

—¡Ah…, vaya! —me asombré—. Seguimos compaginando hasta en detalles, como cuando sucedía aquellos años ¿Recuerdas?

—Eso parece, Efraín. Sin embargo, para esta ocasión no vine sola —acotó.

—¿Cómo? —me sorprendí al oír las últimas palabras salidas de su voz.

—No estoy sola. Toda mi familia se vino conmigo. Mis padres, también mis hermanos, qué decir de mis sobrinos y cuñados, todos ellos querían conocerte y, con ese propósito se vinieron conmigo.

—¡Ah . . .? ¿Enserio hay más sorpresas? Me dejas sin palabras, Silegul, me siento muy honrado por el gesto de tu familia en querer conocerme. —expresé mi gratitud por lo que sucedía.

En ese momento con señas, ella llama a sus padres, ellos al ver la señal del llamado, vienen. No me había olvidado de ellos, recuerdos fugaces de aquellos años cuando ella misma me presentó en una oportunidad planificada. En aquel momento, se veían ya más mayores, su padre casi el ochenta por ciento de pelo, blanco. El de su madre, en menor porcentaje. Don Quintín su padre, sonríe al momento de intercambiar el saludo conmigo. Él, tampoco se había olvidado de mí. Luego fue el saludo con su madre, ella, más seca como fue aquel año cuando por primera vez la conocí; intentaba no mirarme, a toda costa buscaba esconder su rostro de delante de mí, por poco y no fue ni el saludo.

Tras el reconocimiento y saludo con sus padres, de inmediato se acercaron sus demás parientes, —hermanos, cuñados, sobrinos—, eran hartos, sólo sus sobrinos pasaban de diez, quince quizás. Me asombré al verlos y, cómo cada uno de ellos del más grande al más pequeño se emocionaban al verme, como si ya me conocieran de antes, me saludaban, algunos hasta me daban un abrazo.

Entre ellos se encontraba un niño de aproximadamente siete años, un poco distraído él, así, porque consigo llevaba un cassette, y le pide a Silegul su tía, que obre para que la cinta en dicho cassette sea direccionada al inicio.

Claro que ella, como tía, no podía rechazar aquel pedido, entonces busca un bolígrafo entre sus pertenencias, encuentra uno azul e inserta en uno de los carretes del cassette, con facilidad logro ver su etiqueta, era de música, por su imagen, uno de clásica —Beethoven o Mozart, o Vivaldi— quizás, las que me fascinan desde inicio en mí carrera de escritor. Ya con el bolígrafo insertado en él, hace girar lo más rápido que puede, logrando que la cinta regrese al inicio, al punto cero en blanco.

Luego aquel infante vuelve a pedir que el cassette musical sea reproducido, y con su fondo musical posemos para la foto. No había en qué hacerla reproducir, no se sabía de la existencia de una radio con casetera en aquel evento; de todas formas, todos, en media luna se acomodaron debajo de un árbol ornamental de tamaño mediano que se encontraba cerca y, un vivo pastizal. Sus parientes, principalmente sus sobrinos nos pidieron que ella y yo, como anfitriones de la toma, posemos en el medio como si estuviéremos sentados, y sus padres en cada costado de la media luna formada orgánicamente. Al final, así fuimos acomodados.

La idea era tomarnos la foto solo con nuestros dispositivos móviles. Pero la cosa fue más allá, una decena de fotógrafos estaban atentos para sacarnos la fotografía, lo más inquietante, desde diferentes ángulos coordinada con anterioridad entre fotógrafos.

—No te preocupes, Efraín, todo está organizado al pie de la letra —Entonces, ella dijo—. Y el costo de las fotos ya está cancelado. —Escuchar eso, me volvió a dejar sin palabras.

Sin embargo, en aquel momento nos convertimos en el centro de atención, hasta de mis colegas escritores, algunos de ellos ya de haber salido del comedor. Nos felicitaron por esa fotografía tomada. No se dejaron de oír aplausos, seguido a eso, más saludos e intenciones de conocer a quienes habían posado para aquel propósito. Claro, me complacía en presentarles a mis colegas a las personas que habían posado debajo del árbol conmigo para la foto.

La segunda parte del Congreso estaba a punto de dar con su inicio, faltaban pocos minutos para aquello, todavía no habíamos almorzado. Entonces con esa intención fuimos casi los últimos, pero numerosos, en ingresar a la sección de comidas.

Es cuando ahí, sucede lo inevitable, no estaba en mis manos el poder de retener. Todo se iba difuminando frente a mis ojos, de por sí, solo veía manchas, mis ojos me estaban traicionando, visión iba perdiendo por completo; era un… era un… una visita de ella…, a las tres y cuarenta y cinco (3:45) de la madrugada, hoy domingo, 15 de junio, del 2025.

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